Asi llegaron del alcalde muerto A la tumba ostentosa, Do escribieron en vano «aquí reposa.» (196) Pues tomando al morir un rumbo incierto, De la horrorosa duda Entró su alma inmortal en el desierto.
nte el trono de Dios el cielo abierto, suspendido el dolor en el abismo, la absorta creación con ojo incierto se tornó a contemplar en el desierto el sublime misterio del BAUTISMO.
Pero entre los costos y la esperanza, permanece incierto el tramo que deberá recorrerse; el riesgo de querer cambiarlo todo en desorden y quedarse finalmente sin nada.
Lo que es verdad de relación (de forma y de cantidad), es a menudo grandemente es falso respecto a la moral, por ejemplo. En esta última ciencia por lo general es incierto que el todo sea igual a la suma de las partes.
Yo esperé, perdido en la oscuridad, mientras el fraile encendía un enroscado de cerilla, que ardió esparciendo olor de iglesia. La llama lívida temblaba en el ancho zaguán, y al incierto resplandor columbrábase la cabeza del fraile, también temblona.
No se cuentan los años. Es incierto en lugar en el que espera la muerte; tu, pues, espérala por todo lugar. Yo quería acabar, y mi mano iba a concluir la carta, pero hay que cumplir el rito acostumbrado y dar a la carta el medio para hacer su camino.
Miguel León Portilla llama “TOLECÁYOTL”; José Luís Martínez en su obra “Nezahualcóyotl, Vida y Obra” nos dice: “No es extraño, entonces, que en sus ideas religiosas Nezahualcóyotl haya vuelto también a las antiguas doctrinas toltecas. Lo que sabemos de éste pueblo es por lo general legendario e incierto.
En ese período “de incierto” nuestros políticos de Canelones eran guiados espiritualmente y materialmente aplaudidos por Alsina, Pacheco, Ferrara y Ocampo, los abogados porteños y unitarios que habían venido a ocupar, a ruego de aquéllos, las “mantecosas sinccuras” del Tribunal de Apelaciones de la Provincia.
Yo sé de mí lo incierto, lo vago, lo inseguro, o imaginario y fútil, lo sin razón ni pie: todo eso en que se amasa la fama; un pozo oscuro do en ver se empeñan todos lo que ninguno ve.
Desfiles angustiosos de una caravana humana clorótica, que se desparramaba, como una lluvia de hojas secas, viajando en alas de un destino incierto a través de pueblos y ciudades, lanzados de sus propias querencias.
Venid, volad, guerreros del desierto, como nubes en negra confusión, todos suelto el bridón, el ojo
incierto, todos atropellándoos en montón.
José de Espronceda
Por ellos trepan y con ellos se entrelazan el norbio, el cundeamor y el recuerdo y otras varias sutiles enredaderas de nombre
incierto y altisonante.
Tomás Carrasquilla