Amistad nunca mudable por el tiempo o la distancia, no sujeta a la inconstancia del capricho o del azar: sino afecto siempre lleno de tiernísimo cariño, tan puro como el de un niño, tan inmenso como el mar.
Bernal Díaz Del Castillo I Era un hombre extraño... más que visible, invisible; más que inmutable,
mudable... y más que endeble, indeleble.
Antonio Domínguez Hidalgo
Nueva lógica, amado Lanz, es ésta, olvidar la violencia perdurable del déspota, y la furia descompuesta alegar de la plebe, cuya instable cólera se apacigua en un momento, como las olas de la mar mudable.
¿qué quieres? ménos errantes son que tú nuestras cinco lunas, y ménos
mudable nuestro anulo. Esto se acabó; nunca mas he de querer.
Voltaire
II Todo en el mundo es
mudable, ni el bien ni el mal son eternos: La apacible primavera sigue al rigoroso invierno; a la oscura noche el día, y a la borrasca, que al cielo empañó con densas nubes y asustó con rudos truenos, la calma serena y pura.
Ángel de Saavedra
La malhadada idea que tuvo Mercedes de afincarse en mi aldea, propósito del cual intenté repetida y vanamente disuadirla, me ha puesto frente a la mujer que amé de niño, una muchacha a quien llaman la Mariposa por lo aparentemente mudable y fugitiva, siendo en el fondo tenaz, enérgica y segura como ninguna.
El mundo, que a nuestro deseo sabe la condición, para lisonjearla, pónese delante
mudable y vario, porque la novedad y diferencia es el afeite con que más nos atrae.
Francisco de Quevedo
7 Dame liçençia, mudable Fortuna, por tal que blasme de ti como devo: lo que a los sabios non deve ser nuevo innoto a persona podrá ser alguna; pues que tu fecho así contrapugna, faz a tus casos como se concorden, ca todas las cosas regidas por orden son amigables de forma más una.
Y lo fuera si Laura no fuera como hermosa, desdichada, y don Diego como hombre, mudable, pues a él no le sirvió el amor contra el olvido ni la nobleza contra el apetito; ni a ella le valió la riqueza contra la desgracia, la hermosura contra el desprecio, la discreción contra el desdén ni el amor contra la ingratitud; bienes que en esta edad cuestan mucho y se estiman en poco.
Notable gusto dieron a los oyentes las bien cantadas liras, conociendo, como era la verdad, ser hechas para algún certamen, y dieron por ello muchas gracias a la divina Lisis, y más don Diego, que con cada verso que la hermosa dama cantaba, añadía muchas prisiones a su libertad, dando a don Juan mil celosos pesares, porque, aunque dio nombre a su desafío diferente, dando a entender que por haberle dicho que le temía como a poeta y no como alentado, que cierto era que quería a Lisarda y no aborrecía a Lisis, no querría que se quedase sin la una y la otra, pues a hombre tan mudable una celda sola le conviene.
CAPITULO XXVII De las ficciones y quimeras de los fisiólogos o naturales, que ni adoran al verdadero Dios, ni con el culto y veneración con que se le debe adorar Cuando considero las mismas fisiologías o exposiciones naturales con que los hombres doctos e ingeniosos procuran convertir las cosas humanas en divinas, advierto que no pudieron revocar o atribuir cosa alguna sino a obras temporales y terrenas y a la naturaleza corpórea que, aunque invisible, con todo es mudable, cuyo defecto no se halla en el verdadero Dios.
y lo otro que éste debía adorarse sin representación sensible Y así, hallándose tan cercano a las primeras nociones de la verdadera religión, acaso cayera fácilmente en la cuenta, opinando que el alma era mudable, para de este modo poder entender que Dios verdadero era una naturaleza inmutable que había criado asimismo a la misma alma.