le ha oído, el de Madrid toca como un ángel; y el pobrecillo pone una cara de bueno pa tocar... La señora Engracia estaba de acuerdo con Lucas, y no había disputa; el mozo se volvía a retozar con el gato.
17 Entonces vieras tú Faunos y Drías retozar de placer; entonces vieras las cumbres de los árboles umbrías moverse al dulce cántico ligeras, ya las peñas más sordas y más frías con mayor atención; solo a las fieras no vieras revolverse, que la grave canción fue de sus pies pasmo süave.
Acostumbrábase llevar los caballos de estimación a bañarse y beber agua en los cuatro pilancones situados alrededor de la fuente de la plaza Mayor, y luego se les dejaba
retozar libremente por una hora y que levantasen polvareda suficiente para asfixiar a una dama melindrosa.
Ricardo Palma
Los caballos ya están más alegres; relinchan a la madrina; el pelo se les va cayendo, y pronto vendrán a retozar, alegres y gordos, cerca del palenque, como pidiendo que los ensillen y capaces, en un descuido, de corcovear como potros.
De esta forma, el Rey de los Monos pudo dedicarse sin ninguna preocupación a caminar por las nubes, cabalgar en el rocío, visitar los cuatro mares y retozar a sus anchas por diez mil montañas.
Debido a su vitalidad requiere bastante ejercicio al aire libre, que puede solucionarse dejándolo libre en un terreno abierto para que pueda correr y retozar.
¡Como el engrudo colao! JULIÁN GIMÉNEZ Ya se nos volvió a ladiar con su prosa compañero, ¡sujete más el garguero y deje de retozar!
29. Y toda la grey rodeó a Cloe, y en coro se puso a retozar, brincar y balar en muestra de alegría. Las cabras, bueyes y demás ganado de otros pastores se quedaron quietos en el fondo de las naves, como si aquel son no los llamara.
Y luego, la casa misteriosa fue conocida, desde hace tres o cuatro generaciones, con nombre a propósito para que la imaginación se eche
retozar.
Ricardo Palma
De allí templamos cuñao pa con Suárez retozar, cuando juimos a acordar el pájaro había volao; Se nos había eclisao de la Sierra ese gilguero, y hasta el Sauce compañero no se nos quiso sentar: ¡más vale no ricordar lo que pasó allí aparcero!
Marianne y D’Aucourt, que se divertían juntos, reaparecieron pronto, seguidos por Desprès y la Cange, que, según dijeron, no habían hecho más que retozar, mientras esperaban.
Pero adoptaron otra proposición; opinaron por darme la libertad, dejándome correr y retozar por el campo en compañía de los caballos «porque así, decían, podrá cubrir a las J yeguas, y, semental generoso, dará a sus dueños numerosos potros.» Llamaron al mozo que cuidaba las crías y después de grandes recomendaciones me confiaron a él.