Doña Úrsula es conocida como "La Generala" por ser una mujer de fuerte carácter, acostumbrada a que todo el mundo haga su voluntad sin rechistar.
La nueva criada obedecía sin rechistar para no ser despedida; y como la señora acostumbraba a dejar la llave en el aparador, Felicidad cogía cada noche una pequeña provisión de azúcar, que comía sola, en cama, después de haber hecho sus oraciones.
¡Esto es insoportable! -Hable. -¿Lo estáis viendo? -Ya tenéis que oírme sin
rechistar. El eco mismo lo desea... -Sea... Rafael se levantó para irse; pero en aquel momento llegó el chocolate...
Pedro Antonio de Alarcón
Emma no podía prescindir de sus servicios. Mandaba a buscarle veinte veces al día, y él se presentaba en el acto con sus artículos sin rechistar una palabra.
Estábamos pasándolo en grande con Wu-Kung, que accedió gustoso a hacernos una demostración de sus extraordinarios poderes. Le sugerimos que se convirtiera en un pino y así lo hizo él sin rechistar.
Cuando el Monstruoso Rey lo oyó, ordenó a sus diablillos, sonriendo con malicia: - Traedme las armas y la coraza. Los diablillos obedecieron sin rechistar y le ayudaron a ponerse el peto y el casco.
Hablaba sobre la vanidad de las cosas terrestres. Dios era muy grande, muy bueno; debíamos someternos sin rechistar a sus decretos, incluso darle gracias.
-me dijeron, apuntándome con los fusiles-. ¡Suba usted ese mulo! Yo obedecí sin
rechistar, creyendo hacer un favor al extranjero. -¿Dónde va usted?
Pedro Antonio de Alarcón
En el Nuevo Mundo, cuando la realeza, en el acto de abdicación, había pasado su cetro al capitalismo, los cuerpos eclesiásticos habían transferido su lealtad al poder del dinero, y al igual que anteriormente habían predicado la naturaleza divina del gobierno de los reyes sobre sus semejantes, ahora predicaban el derecho divino a gobernar y usar a los demás que era inherente a la posesión de riquezas acumuladas o heredadas, y el deber de la gente de someterse sin rechistar a la exclusiva apropiación de todas las cosas llevada a cabo por los ricos.
Cuando llegan a Suzhou, tanto ella como otros ricos protestan porque los nipones les obligan a trabajar, siendo golpeados. Basie y Jim, supervivientes inteligentes, se ponen a trabajar sin rechistar.
Raramente muestra signos de sorpresa o fatiga, y posee un elevado sentido del deber, permaneciendo siempre en silencio durante las reuniones de los Capitanes y aceptando todas las órdenes sin rechistar.
Requiem Canción de la desesperación España La hoguera de la revolución Legal o ilegal La carnicería silenciosa La muerte del rock 'n' roll La justicia está vendida Casa okupada, casa encantada Derriba tus muros de insolidaridad Aguanta sin rechistar Fragmento de Penderecki Se edita con un libreto de unas 25 páginas.