ntre las hojas de laurel marchitas de la corona vieja que en lo alto de mi lecho suspendida un triunfo no alcanzado me recuerda, una araña ha formado su lóbrega vivienda con hilos tembladores más blandos que la seda, donde aguarda las moscas haciendo centinela, a las moscas incautas que allí prisión encuentran y que la araña chupa con ansiedad suprema.
Yo cantaré tus olvidadas glorias, Que en alas de la ardiente poesia No aspiro á mas laurel ni á mas hazaña, Que á una sonrisa de mi dulce España.
La de rodillas; en un pedestal decorado con insignias de triunfo, de cuerpo entero, coronada de laurel, y mostrando la cruz de Santiago, de quien fue caballero.
Fuimos juntos, argentinos y orientales, hasta el pie de la estatua de Artigas en donde vosotros, nobles y generosos hermanos argentinos, quisisteis depositar la ofrenda de algunos gajos de laurel, sencilla y austera ceremonia de tocante ritual republicano.
Y es de agregar que precisamente en los mismos días, Mitre obtenía su más legítimo – para nosotros – laurel de poeta con su conocido canto “Al 25 de Mayo” cuya lectura hecho por el autor en resonante certamen público aplaudía fervoroso un cronista de “El Nacional” del día 27 expresando en su entusiasta elogio – perdonémosle tanta exageración – este era “un joven que maneja con igual fortuna, la lira, la espada y la pluma del historiador”.
Tales han sido las de Cataluña, con el raro y sin comparación glorioso suceso de Lérida, en cuyo sitio vuecelencia ha sido soldado en el ejército y ejemplo a los soldados, coronando su grandeza más gloriosamente con lo rústico de la fagina, que con las presunciones del laurel, cuyas ramas mancilla la recordación de haber sido ninfa.
Del centro de este escudo saldrán rayos de plata ó blancos en las cruces de los Legionarios, y de oro ó rojos en las demás clases que pasarán al través de una ola de laurel.
Honraron con unas hojas de laurel una frente; dieron satisfacción con una insignia en el escudo a un linaje; pagaron grandes y soberanas vitorias con las aclamaciones de un triunfo; recompensaron vidas casi divinas con una estatua; y para que no descaeciesen de prerrogativas de tesoro los ramos y las yerbas y el mármol y las voces, no las permitieron a la pretensión, sino al mérito.
En la parte superior de la cruz, el laurel se enlazará en una pequeña faxa donde aparecerá el mote: Vencedor en Chacabuco para los que se hallarán en esta accion gloriosa y Libertad para los que se dén posteriormente, á individuos que no concurrieron á ella.
Con este poder real y absoluto durante su vida, •bien podría despreciar las cuatro tablas cubiertas de tcrcio- •pelo del trono de Itúrbide, cuando tenía ó creía tener en sus •manos lo que valía más que un cetro de rey: el bastón de •dictador perpetuo. César con una corona de laurel, que acop- ólo para ocultar su calvicie, no necesitó hacerse emperador •para serlo.
Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad." Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel.
¡Cuántas almas inmensas satisfizo un ramo de roble y de laurel, que con toda la riqueza de Roma, dejándola empeñada, no quedaran ricas ni contentas!