por Extraordinario la confirmacion de este Triunfo enérgico, cuyos pormenores interesantes he hecho extractar por la brebedad del tiempo, omitiendose uno ú otro detall, que excita poco nuestra curiosidad y atencion.
Dice José Victorino Lastarria a este respecto: “El vaticinio no podía dejar de cumplirse, pues los iracundos estallidos de odio de los servidores del antiguo régimen han labrado siempre la gloria futura de sus víctimas y han contribuído al triunfo de la verdad y de la libertad casi con más eficiencia que los esfuerzos de los que la sustentan” .
Y Mansegura, después de cerciorarse de que el señorito quedaba bien amañado, se entró en el pinar, recobró su escopeta, echó una mirada de dolor y de
triunfo a Sendiño, que parecía dormir, y dejando el camino real, se perdió en los montes, por atajos de él conocidos, en dirección de la frontera portuguesa.
Emilia Pardo Bazán
Si el triunfo corona nuestros esfuerzos, volveré á la quietud del hogar doméstico, prefieriendo en todo caso la vida frugal y pacífica del obscuro labrador á las ostentaciones del poder.
Hazte la cuenta de que no he dicho nada y no me vigiles, porque no temo haceros reír con mi discurso, que es el objeto de mi musa y que para ella significaría un gran triunfo, pero sí decir cosas ridículas.
-Y qué, se lo regaló u no se lo regaló, por fin, el Galafate? -Se lo quiso regalar, pero ella no lo quiso recibir - exclamó con orgullosa expresión de triunfo el Cayetano.
Y algunos minutos después, cuando ya el famoso don Paco, jadeante y cubierto de sudor, veía destacarse a lo lejos el pequeño balcón lleno de flores y enredaderas, donde solía ver luciendo sus gallardías a la hembra de sus pensamientos; cuando ya divisaba cercano el fin de la fatigosa caminata y disponiase a gozar de su triunfo, vio, lleno de asombro y de ira, pasar por su lado, suelta y gallarda, rápida y sonriente y llevando su cántaro al cuadril, a Dolores la Jarampera.
El señor Antonio el Toneles comprendió que el nuevo cimbel de la de los Chícharos iba a ser la muerte de su establecimiento; que aquella pícara de ojos como brasas y de piel casi de luto íbale a dar a la de los Chícharos el triunfo en el torneo mantenido por ambos hondilones desde su fundación, y viendo el Toneles la muerte al ojo, como vivo y experimentado que era, apercibióse a la defensa, para lo cual en el día en que lo sacamos a relucir, al ver penetrar en su taberna al Matita de Poleo, que penetró en ella contoneándose gallardamente y como diciéndole a todos los que allí estaban congregados: «Mírenme y pásmense, caballeros».
Me detuve bajo el Arco del Triunfo para mirar la avenida, la larga y admirable avenida estrellada, que iba hacia París entre dos líneas de fuego, y los astros, los astros allá arriba, los astros desconocidos, arrojados al azar en la inmensidad donde dibujan esas extrañas figuras que tanto hacen soñar e imaginar.
Anduve durante mucho, mucho tiempo. Luego volví. ¿Qué hora sería cuando volví a pasar bajo el Arco del Triunfo? No lo sé. La ciudad dormía y nubes, grandes nubes negras, se esparcían lentamente en el cielo.
ntre las hojas de laurel marchitas de la corona vieja que en lo alto de mi lecho suspendida un triunfo no alcanzado me recuerda, una araña ha formado su lóbrega vivienda con hilos tembladores más blandos que la seda, donde aguarda las moscas haciendo centinela, a las moscas incautas que allí prisión encuentran y que la araña chupa con ansiedad suprema.
Sigue viviendo, sigue, inmunda compañera, entre las hojas de laurel marchitas de la corona vieja que en lo alto de mi lecho suspendida ¡un triunfo no alcanzado me recuerda!