Al amanecer empezó a soplar el viento, un viento
helado; el frío calaba hasta los huesos, pero ¡qué maravilloso espectáculo en cuanto salió el sol!
Hans Christian Andersen
Quiero llamas que cundan pavorosas, descomunales llamas, llamas grandes, que derritan la nieve de los Andes y la de tanto helado corazón.
La leña, en realidad, era muy necesaria, ya que el cavernoso hogar estaba apagado y vacío, y el viento que se filtraba chimenea abajo era helado.
La vi por primera vez en Moscú, la repetí en Cannes. ¿Qué tal te pareció? - ¡Excelente! Magistral. ¿Quieres ir a tomar un
helado antes? - Si no te molesta. - Para nada. - ¿Te gusta?
Antonio Domínguez Hidalgo
¿Cuál sería la situación de los internados en Argelés que se encontraban frente al Mediterráneo, azotados por ese viento helado y sin ninguna defensa para contrarrestarlo?
Luego le dijo vamos conmigo y tomándole del brazo, caminaron, el borracho después de unos minutos, sintió un frio helado, miro hacia su alrededor y los hombrecitos estaban allí hablando todo lo de su vida, entonces el tubo miedo y le dijo: ¿Dios mío donde estoy?
Cuando a las manos vengo con el muchacho ciego, haciendo rostro embisto, venzo, triunfo y resisto la flecha, el arco, la pozoña, el fuego, y con libre albedrío lloro el ajeno mal y canto el mío Cuando la aurora baña con
helado rocío de aljófar celestial el monte y prado, salgo de mi cabaña, riberas de este río, a dar el nuevo pasto a mi ganado, y cuando el sol dorado muestra sus fuerzas graves, al sueño el pecho inclino debaxo un sauce o pino, oyendo el son de las parleras aves o ya gozando el aura donde el perdido aliento se restaura.
Lope de Vega
Un monte dicen que hay sublime y alto, tanto que, al parecer, la excelsa cima al cielo muestra dar glorioso asalto y que el pastor, con su ganado, encima, debajo de sus pies correr el trueno ve dentro el nubiloso,
helado clima, y en el puro, vital aire sereno va respirando allá, libre y exento, casi nuevo lugar, del mundo ajeno, sin que le impida el desmandado viento, el trabado granizo, el suelto rayo, ni el de la tierra grueso, húmido aliento.
Francisco de Aldana
Dábale la impresión —exacta por lo demás— de un escenario visto de día. De la bullente vida tropical no hay a esa hora más que el teatro
helado; ni un animal, ni un pájaro, ni un ruido casi.
Horacio Quiroga
Aprendió, no a cocinar, porque ya lo sabía, sino a fregar ollas con la misma arena del patio, en cuclillas y al viento
helado, que le amorataba las manos.
Horacio Quiroga
empezaba, Ir á dormir el sueño de la muerte!… Ay, solo, abandonado Deja la luz el mísero poeta… Y su mente ambiciosa, vaga, inquieta Irá á encerrar en el sepulcro helado!
«Pero –añade el señor de P.–, parece que la mala suerte persigue a quienes poseen ese bronce. Desde que esa campana dobla en Ille, los viñedos se han helado dos veces.»