Me corrió porque ya no quise seguirle el juego. Me rozaba un montón. Me amenazó con ponerme
tieso si yo decía algo. Como tiene unos matones a su servicio, ni modo de ponerme...
Antonio Domínguez Hidalgo
Al pasarle el plomo el tronco, habíale destrozado una vértebra dorsal. Agonizaba
tieso, aquel organismo poderoso. Al grito de Cata, el mastín que junto a él estaba, pareció salir de su sopor; fuese levantando trémulo, como entumecido, dio algunos pasos inseguros fuera del cicutal y asomó la cabeza...
Eduardo Acevedo Díaz
-Pues Sarah cruzó las manos, mirándome con angustia; después cerró los ojos y se puso verde; su cuerpo estaba tieso como un palo, y durante dos días no pudo comer más que agua con pan, a cucharaditas.
No es largo, ni encogido, ni gordo mi pescuezo: tengo algo anchos los hombros y no muy alto el pecho. Yo no soy corcobado mas tampoco muy tieso; aire de petimetre ni tengo ni lo quiero.
Pos yo estoy conforme con lo que dice el Chato Puliana, que muchas veces lo que encomienza por una chufla acaba en una trigedia, que por chufla encomenzó lo mío con el Manga y lo más lejos que tenía yo de mí, al tirar de la cachicuerna, era que diba a dejar en el sitio al probe más tieso que un machete.
No me dejaban un momento de reposo. Andaba yo hecho un petimetre en aquellos tiempos, siempre muy
tieso y almidonado. Tenía además un calzador y un peine, que jamás utilicé.
Hans Christian Andersen
Más tarde, como el piso permaneciese a oscuras, llamaron al timbre y, finalmente, avisaron a la policía para que forzara la puerta. El cuerpo estaba sentado muy tieso ante la mesa de su escritorio, junto a la ventana.
Fernando intentó reiteradamente dar calor de vida con sus alegres decires a aquella inercia espiritual del tieso Peñalba y de sus rígidos comensales; empeño inútil.
El efecto que su presencia causaba en las jóvenes con todo aquel aparato de dorado, tieso y transparente, puede suponerlo el lector.
aunque, en verdad, mucho no se perdería. Buenas noches, teniente. Benegas,
tieso, saludó. Había comprendido. La parcela de Guedina se extendía por el valle, y allí, en su centro, se veía el castillete con sus torrecillas de piedra, perteneciente a Muza, el prestamista.
Roberto Arlt
Dificulto que en todo el Maghreb pudiera encon- trarse un desarrapado más hilachoso que éste.
Tieso junto al pilar de ladrillo de la puerta de Bab el Estha, vociferó nuevamente: -¿Es de noche o es de día?...
Roberto Arlt
Acomodada en su tabrete, iba escribiendo, escribiendo, sobre el atril; y a conforme escribía, iba colgando por detrás de los trimotriles ésos, un papelón muy
tieso ya escrito, que se iba enrollando, enrollando.
Tomás Carrasquilla