¿Por qué callas? La tarde expira, llueve, y la lluvia tenaz deslustra y moja tu acolchado plumón de raso y nieve. ¡Huérfano soy!...
Si lo que no tiene calor fuera necesariamente imperecedero, siempre que alguien acercara el fuego a la nieve, ¿no subsistiría ésta sana y salva?
y ¿alguna a la que puedas dar el nombre de calor? Seguramente. ¿La misma cosa que la nieve y el fuego? No, ¡por Júpiter! ¿El calor es, pues, diferente del fuego, y lo frío de la nieve?
XVI Están dos sierras muy altas y muy maravillosas, porque en fin de agosto tienen tanta
nieve que otra cosa de lo alto de ellas si no la
nieve, se parece; y de la una que es la más alta, sale muchas veces, así de día como de noche, tan grande bulto de humo como una gran casa, y sube encima de la sierra hasta las nubes, tan derecho como una sierva, que según parece, es tanta la fuerza con que sale, que aunque arriba en la sierra andaba siempre muy recio viento, no lo puede torcer.
Antonio Domínguez Hidalgo
Por un instante, sintió la madre que sus esperanzas se fundían, a semejanza de la
nieve ligera que acababa de caer y que, suspensa del alero, iba a convertirse en agua y en lodo.
Emilia Pardo Bazán
Vino la Nochebuena acompañada de mucha
nieve; pero cuanto más espeso era el sudario que cubría el huerto del convento, más calor notaba Lucía en su celda solitaria; una ilusión singular le mostraba, al través de los emplomados vidrios, que en lugar de copos de
nieve llovían sobre las ramas de los árboles y sobre la dura tierra millares de azucenas nítidas, finas como plumas arrancadas del ala de los ángeles.
Emilia Pardo Bazán
La luz, la visión, el perfume de las azucenas, todo desapareció, y al través de los emplomados vidrios sólo se vio el huerto amortajado de
nieve.
Emilia Pardo Bazán
El invierno se había adelantado; helaba intensamente. En la calle arreciaba la tempestad de
nieve, y los que podían hacerlo se quedaban en casa.
Hans Christian Andersen
Todos los árboles estaban cubiertos de escarcha, como blancos corales; la
nieve crepitaba bajo los pies, como si se llevasen siempre zapatos nuevos, y en el cielo se sucedían las lluvias de estrellas.
Hans Christian Andersen
¡Fuera, fuera, todos fuera! -No te entiendo, camarada -dijo el hombre de
nieve-. ¿Es acaso aquél de allá arriba el que tiene que enseñarme a correr?
Hans Christian Andersen
Se portaría como hija, y aún más, porque las hijas no prestan cuidados tan íntimos, no ofrecen su calor juvenil, los tibios efluvios de su cuerpo; y en eso justamente creía don Fortunato encontrar algún remedio a la decrepitud. «Lo que tengo es frío -repetía-, mucho frío, querida; la
nieve de tantos años cuajada ya en las venas.
Emilia Pardo Bazán
Ni saben de los hombres que lucharon allí, ni de las mujeres que vertieron agua hirviendo sobre los enemigos que, vestidos de blanco para confundirse con la
nieve, trepaban por el lado exterior del muro.
Hans Christian Andersen