¿Creéis que ese hombre, antes de dejar el mundo, antes de renunciar a las riquezas, a la
fama, al poder, a la juventud, al amor, a todo lo que desvanece a las criaturas, no habrá sostenido ruda batalla con su corazón?
Pedro Antonio de Alarcón
No quería el tratante esperar a que atardeciese, que es mal negocio para quien lleva dinero en la faja; pero urgíale sobre todo evadirse de aquel interrogatorio comprometedor para su
fama de sabiduría universal.
Emilia Pardo Bazán
Así aquella, que al hombre sólo es dada, sacra razón y pura, me despierta, de esplendor y de rayos coronada, y en la fría región, dura y desierta, de aqueste pecho enciende nueva llama, y la luz vuelve a arder que estaba muerta. Quiero, Fabio, seguir a quien me llama, y callado pasar entre la gente que no afecto a los nombres ni a la fama.
-Por ahí entro; esa pícara vieja mía es un león pa sus jaciendas, y no sé yo cómo tiée rejo pa jacer lo que jace, que entoavía no ha encomenzao a clarear y ya la tiée osté meneándose más que el viento y que el azogue. -Como que tiée fama de güena y de jacendosa.
Al lado de Gonzalo Pizarro se colocan los primeros conquistadores y todos los españoles que habían llegado al Perú atraídos por la fama de sus riquezas.
No finge el otro ni apostura esfuerza y muestra cuanta ya su fama abona: que más parece ser por gracia y arte no ya el hijo de Aimón, sino el de Marte.
La nueva desgracia que se ha buscado mi incorregible y muy amado pariente don Jorge de Córdoba, a quien nadie mandaba echar su cuarto a espadas en el jaleo de ayer tarde (pues que está de reemplazo, segun costumbre, y ya podría haber escarmentado de meterse en libros de caballerías), es cosa que tiene facilísimo remedio, o que lo tuvo, felizmente en el momento oportuno, gracias al heroísmo de esta gallarda señorita, a los caritativos sentimientos de mi señora la generala Barbastro, condesa de Santurce, a la pericia del digno doctor en medicina y cirugía, señor Sánchez, cuya
fama érame conocida hace muchos años, y al celo de esta diligente servidora...
Pedro Antonio de Alarcón
-Está bien -repúsole con expresión complacida el ventorrillero al ver honrada su casa por tres de los de más fama de los hombres garbosos de la capital, y después continuó: -Pos a servir a esos tres patriarcas como si ca uno de ellos me fuera a dejar al morir una renta vitalicia.
Como el Guerra... Como que yo tengo fama. Mire usté: un día estaba yo en la tienda (esto pasó en Osuna), estaba yo en la tienda de palique con un viajante (un hombre mu simpático, mejorando lo presente).
La mató Heracles, ilustre hijo de Alcmena de bellos tobillos y libró de su horrible tormento al Japetónida, dando fin a sus inquietudes no sin el consentimiento de Zeus Olímpico que reina en las alturas, sino para que la fama de Heracles, nacido en Tebas, fuera mayor todavía que antes sobre la tierra fecunda.
Al vibrar sonoroso del clarín de la fama prosiguieron los pueblos su carrera triunfal, enardecidos todos por esa sacra llama que hizo la Esparta grande y de Roma inmortal.
La "Blanca" se fondeó, por decirlo así, al frente de nuestras baterías hasta que la hicimos salir de la línea; y habría sido de desear que el brigadier Méndez Núñez, que tenía la misión de castigarnos, hubiese correspondido a su fama, prefiriendo para su insignia, como lo hizo nuestro comandante Montero, una fragata de madera, a un castillo de fierro, como es la brindada "Numancia".