A sus espaldas se rebullían caracoleando y siguiendo los movimientos, una comparsa de muchachos, de negras y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las arpías de la
fábula, y entremezclados con ellas algunos enormes mastines, olfateaban, gruñían o se daban de tarascones por la presa.
Esteban Echeverría
Éste tomó entonces la palabra: Me imagino que has estado sobrio esta noche, porque si no no habrías tratado el asunto con tanta habilidad, intentando desviarnos del verdadero motivo de tu discurso, motivo del que sólo has hablado incidentalmente, como si tu único fin sólo hubiera sido el que nos enemistásemos Agatón y yo, porque has pretendido que debo amarte y a nadie más y que únicamente tú debes amar a Agatón. Pero hemos descubierto tu ardid y visto claro la tendencia de la fábula de los sátiros y los silenos.
Al mismo tiempo se sentó Sócrates sobre su lecho, y doblando la pierna de la que acababan de quitarle la cadena y frotándosela con la mano nos dijo: Qué cosa tan extraña es lo que los hombres denominan placer, y que maravillosamente se acuerda con el dolor, aunque se crea lo contrario, porque aunque no puedan encontrarse juntos cuando se experimenta uno de los dos casi siempre hay que esperar al otro, como si estuviesen ligados inseparablemente. Creo que si Esopo se hubiera detenido a pensar en esta idea, quizá hubiera hecho con ella una fábula.
Ciertamente que la historia del Perú, así en sus tiempos pi'ehistóricos ó anteriores á la fundación del Imperio Tiahuan- tisuyo por Manco-Capac, como en aquellos en que la civili- zación incásica convirtió en pueblos sujetos á vida regular y ordenada, á las que antes eran tribus nómadas y salvajes, tie- ne puntos tan obscuros que casi se confunden con la fábula.
Siempre hemos creído que la fábula y la ficción desnaturalizan la Historia, rebajando en mucho el carácter de severa majestad con que ella debe presetitarse revestida.
Y que sepan los enemigos de la Revolución que vamos a tener una pelea de frente, que nosotros tenemos todas las armas, pero no las usamos porque las tenemos para defender, incluso, el derecho de los que nos atacan; sin embargo, haremos uso del derecho que ellos tienen, que es el derecho también de exponer nuestras razones, el derecho de esgrimir nuestros argumentos y el derecho de desenmascarar aquí a los enemigos de la Revolución, porque hay quien ha dicho que lo de contrarrevolución es una fábula.
Fábula fue Faetón; mas verdad será quien le imitare: cosa tan indigna, que no pudo ser verdad en el sol, y lo puede ser en los hombres.
Si no hubiera más que el sueño y no hubiese un despertar después de él y producido él, verías que todas las cosas al fin nos representarían verdaderamente la fábula de Endimión y no se diferenciarían en nada, porque les sucedería, como a Endimión, que estarían sumergidas en profundo sueño.
Se trata de un hombre acusado criminal- mente, preso, secuestrados sus bienes, consumidos más de mil ducados de ellos, y atormentado cuatro veces en el potro, sien- do el cuerpo del delito una fábula de la Mitología.
Entonces los ataques que le han hecho a la Revolución Cubana desde el extranjero son una fábula; entonces el mitin del millón de personas para defender la justicia revolucionaria es una fábula; entonces las amenazas de agresión e intervención en Cuba son una fábula; entonces la United Fruit Company no va a protestar cuando hagamos la Reforma Agraria, y aquí nadie va a protestar, porque es una fábula la contrarrevolución.
Entonces la granada de mano que asesinó en la procesión de El Cobre a tres ciudadanos e hirió a 40 ó 50, lanzada por un ex soldado de la tiranía, es una fábula también; entonces la Revolución no tiene problemas, la Revolución no tiene enemigos, según ellos es una fábula.
Finja la fábula que fue de manera que atemorice, para que no sea. También mintieron que el sol se enamoró de Dafne, que se volvió en laurel, para enseñar que los amores de los reyes han de ser aureados más que agradecidos, y no quejosos han de premiar la honestidad que huye dellos.