Era de noche, y reinaba un silencio absoluto; ambos se quedaron en la gran ciudad, flotando en el aire por uno de sus angostos callejones, donde yacían montones de paja y cenizas; había habido mudanza: se veían cascos de loza, pedazos de
yeso, trapos y viejos sombreros, todo ello de aspecto muy poco atractivo.
Hans Christian Andersen
Ella murió; era hija del rey de los Peñascos gredosos de Möen. Tomó una mujer de
yeso, como suele decirse. ¡Ah, y qué ganas tengo de ver al viejo duende nórdico!
Hans Christian Andersen
Se encarecía la vida en Cuba en provecho de los industriales y negociantes de aquí. Y luego venía lo de hacer pasar harina por
yeso y todo lo demás de la canción.
Miguel de Unamuno
-cantó la voz de un hombre que, llegando a la puerta de la bodega, cruzó con una raya de yeso otras nueve paralelas, hechas una a una a cada coloño que se subía al desván.
Me imagino al analfabeto extremeño el día que, con una bolsa de yeso en la mano, lamentable caricatura de Alejandro, seguido de sus lugartenientes, fuera marcando con raya blanca, solares, palacios, templos y tiendas de mercaderes.
Una ciudad delineada con yeso, ideada por unos aventureros, y fundada por un analfabeto en el reinado de doña Juana la Loca..." Así termina el capítulo VIII de las Memorias de Ezequiel Garatúa y Baquerizo...
Alguno de los que se entretienen en poner letreros en las paredes había escrito, sin embargo, con
yeso en una esquina, que no parecía sino que se estaba saliendo, aun antes de borrarse: Gobernación.
Mariano José de Larra
¡Ruinosa aquella torre, que llevaba los siglos como vosotros los días! ¡Ruinosa aquella mole petrificada, que hubiera vivido más que todas vuestras construcciones de yeso y de madera!
Una figura de
yeso, sobre el vasto sepulcro, ponía el dedo en la boca; en la otra mano una especie de jeroglífico hablaba por ella: una disciplina rota.
Mariano José de Larra
Además, ¡cuántas cosas estropeadas o perdidas en el transporte de Tostes a Yonville, sin contar el cura de yeso, que, al caer del carro, en un traqueteo muy fuerte, se había deshecho en mil pedazos en el pavimento de Quincampoix!
Sobre la pared de yeso atravesada en diagonal por travesaños de madera negros, se apoya a veces algún flaco peral, y las plantas bajas y las puertas tienen una barrera giratoria para protegerlas de los pollitos, que vienen a picotear en el umbral, migajas de pan moreno mojado en sidra.
Pero como la casa del médico se encontraba a cincuenta metros de la posada, tuvieron que despedirse pronto, y la compañía se dispersó. Emma, ya desde el vestíbulo, sintió caer sobre sus hombros, como un lienzo húmedo, el frío del yeso.