En nuestra época mediocre y ruin no queda camino abierto para las almas del temple de las vuestras, que siente lo que sentisteis.
No corre ni una ráfaga perdida que temple de la atmósfera el bochorno, y el aura de la tierra desprendida, exhalada parece de algún horno: y dijeran que humea próxima a vomitar la oculta llama, si el relámpago pronto centellea y el ronco trueno en las alturas brama.
La tierra es llana y fértil se suyo, sino que está cubierta de monte, que llegan los montes hasta el mismo lugar. El temple inclina más a frio que a caliente, porque hay dos ynbiernos que algunos años se alcanzan el uno al otro.
Pero yacen allí “estrellados”, con un designio maldito; de asumir esta palabra, en ambos sentidos, implícitos. Dejando en ello escapar, las ilusiones y picardía; y aquel temple forjador, que eran su sello de vida.
Un partidario de este 
temple es una alhaja impagable para toda especie de gobiernos, mientras haya imprenta; y más si añadimos que cree como en su salvación en los partes de los encuentros y escaramuzas que en los papeles públicos suelen venir consignados, y se extasía de placer cuando se encuentra con aquello de que: «De los enemigos murieron tantos centenares de hombres, y nosotros no hemos tenido más que un contuso y algún sargento desmayado», o cosa semejante.
Mariano José de Larra
-Supongo -dije por último, dirigiéndome a mi Tomasito- que usted no querrá abarcar honra y provecho; esas estupendas rarezas que por acá nos vienen contando los viajeros de los Walter Scott, los Casimir Delavigne, los Lamartine, los Scribe y los Víctor Hugo, de los cuales el que menos, tiene, amén de su correspondiente gloria, su palacio donde se da la vida de un príncipe, son cosas de por allá y extravagancias que sólo suceden en Francia y en Inglaterra; verdad es que no tenemos tampoco hombres de aquel 
temple, pero si los hubiera sucedería probablemente lo mismo.
Mariano José de Larra
Procede con un temple de odiosidad, cuando ha de ser España obra de amor, de aquel amor que no rehuye la lucha, antes en ella da su manifestación.
Trajo 1.500 soldados de Callao pero no tuvo éxito en su revolución y a las 4 de la tarde del Domingo los soldados peruanos comenzaron el pillaje y saqueo de la ciudad. Wells, Temple y Mr.
-Tiene usted razón -le dije, viéndole tan sereno-. En estos trances se prueba el temple del espíritu. Ya veo que el de usted no necesita remolque.
Todos los hombres no tienen el mismo temple, pero es lógico que incluso esos cobardes y esos tipos que fueron chivatos más bien por miedo que por otra razón, esos también tienen que ser castigados indefectiblemente.
Un capítulo aparte de su vida de exponente meritorio del trabajo, constituye su lucha tenaz y dinámica, enfocando con éxito el problema cafetero, que gracias a su temple de ánimo...
-Eso de jacer que tú te enteres bien de una cosa es pa mí más difícil que pintar un techo al temple -dijo el señor Curro; y al ver cómo el de los caracoles miraba con torva expresión al Tabarreroso que habíase echado a reír oyéndole, continuó con voz reposada.