Suárez reparó que Leal, que todo lo había oído sin dejar el gesto de
placidez, miró un momento con ira al químico que quería pincharle con disparates romos.
Leopoldo Alas
Concentración de hechizos varios, mezcla de esencias y vigores, nórdico oro, mármoles patios, algo de la perla y del lirio, música plástica, visión del más encantador martirio, voluptuosidad, ilusión,
placidez que todo mitiga, o pasión que todo lo arrolla, leona amante o dulce enemiga, tal la triunfante Venus criolla.
Rubén Darío
Villiers se resignaba a darlas de box, y se resintieron sus pulmones de las trompadas que recibía. Verlaine adoptó con placidez la vida de vagabundo, y compuso sus poemas en la taberna, en la cárcel y en el hospital.
Ahora, en este instante de extasiados muslos y vientres serenos, de punzantes pantorrillas y brazos amenos;
placidez de ojos cerrados uniéndose al recuerdo, ahora es conveniente suspirar por los ahora...
Antonio Domínguez Hidalgo
Vísteselo él, como tú se lo pedías, e inmola como primicias de su botín doce toros, inmejorables; ciento eran en conjunto las reses que llevó al altar, de todas clases. Y al principio el desventurado, sí, fue haciendo su ceremonia con placidez de espíritu, orgulloso con su esplendente ornamento.
El conde de la Palférine, en la Comedia Humana, oye con placidez los desesperados reproches, las súplicas que le dirige la madre de una joven seducida...
¡Qué increíble belleza! Su agua nace directamente del seno de la montaña y va a desembocar, sin lugar a dudas, en la lejana placidez del Gran Océano.
Ni el menor gesto de tristeza o de ternura suavizaba aquella mirada pálida. En el trato con los animales, había tomado su mutismo y su placidez.
Era tan refrescante que mi ánimo se fortaleció. Regresé entonces al lugar donde había comido y me senté a intentar descansar con placidez.
Así comienza esta hoja del diario del señor Garatúa: "Yo soy una excepción de la vida ciudadana en el Perú. Soy tal vez el único hombre que ignora la placidez deliciosa que produce la posición de esta palabra: Destino.
¡Ah, mi conciencia jodona que no me deja acostarme en la
placidez del sueño irresponsable y siempre está martillando mi derecho a ser esclavo!
Antonio Domínguez Hidalgo
Cuando se formaron grandes centros, en que a la natural placidez de las costumbres se añadieron la cortesía inherente al juego social y el establecimiento de la policía y de los juzgados, se debió esperar que el revólver sería sólo indispensable a los viajeros, a los comisionistas, a los exploradores, a los miembros del ejército y de la marina y a los asesinos.