Después de ellos; Erigenía, la Hija de la Mañana dio a luz al lucero Eósforo, los brillantes Astra Planeta y todo cuanto corona el cielo.
Palabras sueltas de la guardiana, conversaciones con las vecinas, le ilustraron. La señá Carmela solía gruñir entre dientes: -Híspete, pavo, que
mañana te pelan...
Emilia Pardo Bazán
Una
mañana, cuando acababan de administrarle la vigésima nuez, entró una vecina, la cacharrera de al lado, y dijo a la señá Carmela: -¿Tié usté un pavo listo ya?
Emilia Pardo Bazán
--¡Qué tristes ideas! (dije yo no sin susto.)
Mañana sobreviviremos los dos a la batalla. --Pues emplacémonos para después de ella...
Pedro Antonio de Alarcón
las ocho ae la
mañana siguiente, que, por la misericordia de Dios, no ofreció ya señales de barricadas ni de tumulto (misericordia que había de durar hasta el 17 de mayo de aquel mismo año, en que ocurrieron las terribles escenas de la Plaza Mayor) hallábase el doctor Sánchez en casa de la llamada Condesa de Santurce poniendo el aparato definitivo en la pierna del Capitán Veneno.
Pedro Antonio de Alarcón
A éste le había dado aquella
mañana por callar. Sólo había abierto hasta entonces la boca, antes de comenzarse la dolorosa operación, para dirigir las breves y ásperas interpelaciones a doña Teresa y a Angustias, contestando a sus afectuosos buenos días.
Pedro Antonio de Alarcón
uince días después del entierro de doña Teresa Carrillo de Albornoz, a eso de las once de una espléndida
mañana del mes de las flores, víspera o antevíspera de San Isidro, nuestro amigo el Capitán Veneno se paseaba muy de prisa por la sala principal de la casa mortuoria, apoyado en dos hermosas y desiguales muletas de ébano y plata, regalo del Marqués de los Tomillares; y, aunque el mimado convaleciente estaba allí solo, y no había nadie ni en el gabinete ni en la alcoba, hablaba de vez en cuando a media voz, con la rabia y el desabrimiento de costumbre.
Pedro Antonio de Alarcón
Pero como tengo mucho sueño, me permitirá usted que deje para
mañana el enviar ese atento recado al señor Marqués de los Tomillares.
Pedro Antonio de Alarcón
¿No se la echó de tan valiente y batalladora el día que me llamó indio bravo? -Pues no me arrepiento de ello, amigo mío... Pero basta de despropósitos y hasta
mañana. -¿Se va usted?
Pedro Antonio de Alarcón
Y como la humildad es el reducto en que se abroquelan los tontos, o mejor dicho, en que debieran abroquelarse, nuestro pavo, humildemente, determinó pedir a quien fuese más que él y que todos, que le hiciese, de la noche a la
mañana, brotar talento.
Emilia Pardo Bazán
Orso, vencido, cayó de rodillas, y golpeándose el pecho empezó a acusarse en voz alta de sus pecados; porque Jesús, fiel a su promesa, acababa de nacer en aquel corazón más oscuro que el abismo infernal. A la
mañana siguiente, Orso recibió la noticia de que su hija había expirado a las doce en punto de la noche.
Emilia Pardo Bazán
Y me cogió una mano. --Oye... (continuó); si
mañana hay, como se cree, una batalla, y nos encontramos en ella.... --Ya lo sé: somos amigos.
Pedro Antonio de Alarcón