Uno jamás debería escuchar. Escuchar es un signo de indiferencia hacia los que nos escuchan. Incluso el discípulo sirve para algo.
Le paseaba, le adivinaba los gustos, le traía juguetes y golosinas, y el chico tomaba los juguetes un momento y luego los dejaba caer, con
indiferencia, a los pies del sillón en que permanecía lánguidamente sentado meses y meses.
Emilia Pardo Bazán
En mi alma se hizo de noche, donde se alzó un solo astro imperecedero: Enid. La sola posibilidad de que sus ojos llegaran a mirarme sin
indiferencia, deteníame bruscamente el corazón.
Horacio Quiroga
Felipe II no dio importancia alguna a los trabajos geodésicos del Maestro Esquivel, que logró formar un mapa general de la península durante el reinado de aquel monarca: naciendo de esta indiferencia, el que un trabajo tan importante pasase ignorado y se perdiera completamente, quedándonos apenas una vaga noticia de él.
Así tendríamos: :1º) La difusión creciente del mismo credo religioso (en la campaña en los primeros tiempos alternaban sólo la indiferencia con la superstición vasta).
Él y sus hijos siguieron utilizando la teñida agua del pozo, bebiéndola con la misma indiferencia con que comían sus escasos y mal cocidos alimentos y conque realizaban sus improductivas y monótonas tareas a través de unos días sin objetivo.
Y curioso de averiguar mis aventuras, con la tonsurada cabeza temblando sobre los hombros, murmuró: —¿En fin, puede saberse la historia del hábito? Yo repuse con indiferencia: —Un disfraz para no caer en manos del maldito cura.
Se caracterizaron por mucho tiempo las sociedades de la campaña por su indiferencia en materia de cultura, lógica resultante de una vida sin mayores perspectivas para el vuelo espiritual.
Clitofón: Te han referido exactamente, Sócrates, lo que he dicho de ti a Licias; si en unas cosas te he censurado, también te he alabado en otras, y como veo en claro, que a pesar de tu aire de indiferencia estás incomodado conmigo, seria conveniente, ya que estamos solos, repetirte lo mismo que he dicho, y te desengañarás de que no soy injusto para contigo.
Hemos de recibir con indiferencia los honores y las afrentas del vulgo, sin alegrarnos con aquéllos ni entristecernos con éstas: porque de esta suerte dejaremos de hacer muchas cosas necesarias por el temor o fastidio de las injurias, y no acudiremos a los públicos o particulares ministerios y tal vez a los importantes a la salud, mientras nos congoja un afeminado temor de oír algo contra nuestro ánimo.
Después de este relato creo que entenderán el porqué a veces, sin explicárnoslo con claridad, los mexicanos sentimos una profunda tristeza que se refleja en nuestra desidia, en nuestro abandono, en nuestras canciones y en nuestros poemas. A veces esa tristeza la disfrazamos en el relajo, en la indiferencia, en las valentonadas y en el me vale.
Gritaron al apartarse, fijándome los ojos asustados: Una de aquellas mujeres me reconoció: —¡Marqués! Me volví con un gesto de dolorida indiferencia: —¿Qué quiere usted, señora?