se lamentó la pobre Alicia con voz lastimera, mientras pensaba para sus adentros: «¡Ojalá estas criaturas no se ofendieran tan fácilmente!» - Ya te irás acostumbrando - dijo la Oruga, y volvió a meterse la pipa en la boca y empezó otra vez a fumar.
-¿Y qué son cuatro púas, que son las que yo gano; qué son cuatro púas teniendo que darles, manque no sea más que un pistolete por barba a los seis gurripatos y a mi María, y a la madre de mi María, y a mi sobrina Cloto? Y además de los pistoletes, tener que vestir, y que pagar casa, y que fumar, y que afeitarse y que...
Cabiendo, como cabe, en una cuartilla del tamaño de un papelillo de fumar cuanto los Evangelios dicen de José, el esposo de María, hay quien ha escrito una Vida de San José, patriarca, que ocupa 600 páginas de compacta lectura ¿Qué puede ser su contenido sino declamaciones o piadosos fraudes?
Recordarle en tales momentos antiguos títulos de amistad, era todo nuestro afán, y hallar su memoria accesible a los evocados recuerdos, el mejor negocio para nosotros, condenados a fumar anís a pasto, y, lo que aún era peor, los pitillos de cinco al cuarto que vendía Godos en la subida de los Remedios; pitillos que trascendían a demonios desde media legua, y lo mismo tumbaban chicos que canas un vendaval recio.
Y si alguno dedujese lo contrario del dicho mismo de «MIS GENERALES», que no le usaron más soplado Federico II o Napoleón el Grande, observe el malicioso que si tiene el marqués de los Castillejos generales como puede tener perros de aguas o tenacillas de fumar, bien los necesita, a fuer de demócrata que caza con telégrafo y zanguanete, y para ir desda su oficial poltrona al Consistorio le siguen y le preceden escuadrones enteros de Caballería.
Dentro de esta galería o cierre, los privilegiados amigos del dueño de la casa se sientan a
fumar, mientras a sus pies rueda el torrente de la capital populosa.
Emilia Pardo Bazán
Se me quedaba en la garganta la voz. Ellos reían, bromeaban, empezaban a
fumar. Media hora después salíamos del Británico, haciendo votos para el año siguiente.
Emilia Pardo Bazán
¿Qué opina usted del demente? -insistió el director, que iba a permitirse el lujo de
fumar un cigarro, descansando un momento de sus deberes profesionales.
Emilia Pardo Bazán
Veía mi pipa con curiosidad y, cuando alguna vez intenté prestársela, me mostró el cigarrillo de "doblador" en su mano, diciéndome sin palabras que prefería su método de fumar.
l 21 de Mayo de 1606 se presentó ante un escribano de la imperial villa de Potosí un mestizo nombrado Diego de Valvorde, natural de Lima y de veinticinco años de edad, recientemente casado con Catalina Enríquez, de dieciocho años, nacida en Potosí é hijastra de Domingo Romo, español, marido de Leonor Enríquez, solicitando que se extendiese una escritura por la cual constara que juraba á Dios y a una cruz, pucsta la mano sobre los santos Evangelios, que se obligaba a no fumar tabaco y a no beber chicha ni vino durante dos años...
Después se calentaron en la cocina mientras les preparaba su habitación. Carlos se puso a fumar. Fumaba adelantando los labios, escupiendo a cada minuto, echándose atrás a cada bocanada.
Estás horriblemente desfigurado y pálido y tienes un aire de crápula, que a no conocerte me haría pensar horrores de ti..., agregó familiarmente y después de conversar conmigo y media hora en el cuarto de fumar, donde dos yanquis atléticos y sanguíneos infectaban el aire con el humo de sus cigarrillos de Virginia y se envenenaban sistemáticamente con whisky, oloroso a petróleo, me obligó a vestirme y a acompañarlo a una conferencia de historia que daba esa noche una notabilidad local.