¡No haga usted caso de esa ingrata y dígame que ya está buena del todo, o reviento aquí donde me veo atado por el
dolor y crucificado por mi enemiga!
Pedro Antonio de Alarcón
Habían empezado a fusilar. Tendí la vista...; pero no veía... Me cegaba el
dolor; me desvanecía el miedo. Al fin te distingo. ¡Ibas a morir fusilado!
Pedro Antonio de Alarcón
Porque Lucía, hija al fin de los Amadei, no había nacido para la mortificación y el
dolor, sino para agotar las alegrías de la vida, para recrearse en el grato sonido del bandolín, en el armonioso ritmo de las estancias de los poetas, en la magia del color, en la dulce y misteriosa calma de los jardines, donde sonreía la eterna hermosura de las estatuas griegas y sólo el peso de ajenas culpas y el anhelo de la expiación la habían arrojado palpitante de angustia y de terror al pie de los altares, donde a cada minuto recordaba involuntariamente el mundo y sus goces.
Emilia Pardo Bazán
(dijo Rubens, luego que la sorpresa y el
dolor hubieron cedido lugar a otros sentimientos.)¡Ahora es cuando más se parece a su obra!
Pedro Antonio de Alarcón
Se le paseó de balneario en balneario; se le arrastró de sanatorio en sanatorio, de playa en playa, de altitud en altitud; se le sometió a rigores espartanos, y, como quiera que la ciencia afirmaba que a veces el
dolor despierta y fortifica, se llegó al extremo de azotarle con unas varitas delgadas, iguales a las que sirven para batir la crema, mientras la madre, que no quería presenciar la crueldad, se refugiaba en un cuarto interior, tapándose con algodón los oídos...
Emilia Pardo Bazán
Desviaron las más próximas, y arrodillando a Carmelo de un empujón, le apoyaron ambas manos en la brasa. Un alarido de salvaje
dolor subió al cielo.
Emilia Pardo Bazán
Y al estrecharla así, al comprender que en ella estaban mi porvenir y el porvenir de la Humanidad futura, que éramos la pareja, los únicos supervivientes, el Adán y la Eva, no en el Paraíso, sino en páramo del
dolor, no supe bien lo que sentía.
Emilia Pardo Bazán
¡Dígolo, porque ya ve usted qué cara tan larga y tan triste ha hecho poner a mis tres Marías! Aquí tuvo que callar el paciente, dominado por el terrible
dolor que le acusó el médico al juntarle el hueso partido.
Pedro Antonio de Alarcón
Pálida como una difunta, luchaba con su abatimiento hasta que, hallando fuerzas en el propio
dolor, alzóse medio loca y corrió a la calle...
Pedro Antonio de Alarcón
¡Mis clamores debian exceder á los que dió Jeremias, instruido por el mismo Dios, para que levantando á manera de clarin sonoro la voz, anunciara al pueblo escojido sus delitos, y con sentimientos tan penetrantes, debia convocar al orbe entero á que vieran si hay dolor que se iguale a mi dolor!Mas ¡hay de mi!
Y era que la llegada del Marqués había coincidido con la terminación de la cura. Don Jorge sudaba de
dolor. Dióle Angustias un poco de agua y vinagre, y el herido respiró alegremente, diciendo: -Gracias, prenda-.
Pedro Antonio de Alarcón
¡que no puedo espirar hablando y desengañando al mundo mismo de los errores que cometí! Mis dias ¡con que dolor los profiero! pasaron veloces: mis pensamientos se disiparon casi en su nacimiento, y tienen mi corazon en un tormento insoportable.