Esto bien se sufre.” Y comienzo a desmigajar el pan sobre unos no muy costosos manteles que allí estaban; y tomo uno y dejo otro, de manera que en cada cual de tres o cuatro desmigaje su poco; después, como quien toma gragea, lo comí, y algo me consolé.
Las flores con igual carácter abundan en el trópico, y ya el sabor de la miel denuncia en la mayoría de los casos su condición; tal el
dejo a resina de eucaliptus que creyó sentir Benincasa.
Horacio Quiroga
-dijo el Marqués al Capitán Veneno, penetrando en la alcoba con aire de despedida-. ¡Ahí te
dejo! La señora Generala no ha consentido en que corran a nuestro cargo ni tan siquiera el médico y la botica; de modo que vas a estar aquí como en casa de tu propia madre, si viviese.
Pedro Antonio de Alarcón
¿Hase visto apuro semejante al mío? ¿Cómo la
dejo desamparada y sola, si la quiero más que a mi vida? ¿Ni cómo me caso con ella, después de tanto como he declamado contra el matrimonio?
Pedro Antonio de Alarcón
Creerá sin duda el desdichado, fundándose en apariencias y murmuraciones calumniosas, que pienso testar en favor de cierta sobrina de mi última consorte: y yo le
dejo en su equivocación, por las razones antedichas!...
Pedro Antonio de Alarcón
pregunté. Y él dijo: El viejo camarada mejor del Desengaño; nunca a los hombres de acercarme dejo, y aunque ellos no me ven... los acompaño.
El señor Alessandri Palma (Presidente).- Se va a repetir la votación, pero antes quiero retirarme de la Sala. Considero que esta votación importa una censura a la Mesa y dejo presentada la renuncia al cargo de Presidente del Senado.
Acaso a resina de frutales o de eucaliptus. Y por igual motivo, tenía la densa miel un vago
dejo áspero. ¡Mas qué perfume, en cambio!
Horacio Quiroga
Y agora, visto el daño que haría a mi conciencia y a vuestras haciendas, arrepentido de lo hecho, os declaro claramente que las bulas que predica son falsas, y que no le creáis ni las toméis, y que yo directe ni indirecte no soy parte en ellas, y que desde agora dejo la vara y doy con ella en el suelo; y si algún tiempo este fuere castigado por la falsedad, que vosotros me seáis testigos como yo no soy con él ni le doy a ello ayuda, antes os desengaño y declaro su maldad.” Y acabo su razonamiento.
El juicio de Suetonio y de los demás historiadores en César dejo por remitirme al contexto de su obra, de que habla cada uno, conforme su dictamen, con afición o aborrecimiento de Marco Bruto.
—¡Sí! ¡Sí puede prestarme! —desesperada se aferraba a la ventanilla—. ¡Le
dejo a mi hijo! ¡Sí, se lo empeño! —¡Está usted loca! ¡Ya no estorbe!
Antonio Domínguez Hidalgo
En el segundo punto discurrió doctamente uno de los mayores ingenios de Italia. Dejo de traducirle, no porque desestimo su discurso, sino porque la vida que escribo me dicta diferentes causas.