Esta noche me estuve sentado en la pila de leña, al lado de la perrera; me gusta fastidiar al perro. Dejé
colgar las piernas y venga balancearlas, y el mastín no podía alcanzarlas, aunque saltaba con todas sus fuerzas.
Hans Christian Andersen
EL Ier.OFICIAL.––Si fuera la corona imperial podría pasar, pero el sombrero austríaco, tal como lo vi colgar del trono, cuando fuimos a prestar homenaje...
Este pone cabeza abajo a los que quiere colgar, aquél los empala por los órganos genitales; este otro les extiende los brazos en el patíbulo.
Después de cerrar la puerta con cerrojo, se nos acerca y nos pide permiso de colgar también, al día siguiente, una bandera francesa.
Le preguntamos: ¿Cree que los rebeldes escucharán a estos embajadores? El oficial inclina la cabeza: Yo creo que más bien los van a colgar de una rama!
-Pus me lo colgaré yo- dijo Ángeles algo intimidada por la mirada de su enamorado. -No, ni tú ni él, que Dios mediante voy a ser yo el que se lo va a colgar, que quieras tú u que no quieras.
No se dio por ofendido el Pimporrio por la descortés acogida del Cerote, y después de colgar el sombrero del espaldar de una silla, sentóse en ésta, y sin decir oxte ni moxte, echó manos a la roñosísima petaca que aquél había colocado, como siempre, entre los útiles del oficio.
Vean estas cosas los que no saben sufrir el destierro.» ¿Será más dichoso Sila, porque cuando baja al Tribunal le hacen plaza con las espadas, y porque consiente colgar las cabezas de los varones consulares, contándose el precio de las muertes por el tesoro y escrituras públicas, haciendo esto el mismo que promulgó la ley Cornelia?
A los más, manifestó una cierta animadversión por la disciplina religiosa de la orden franciscana y pasó, como se dijo al principio, a la benedictina, para después colgar los hábitos, pero sin enemistarse con sus superiores; de manera que pudo volver a vestirlos en los dos últimos años de su vida, ser nombrado canónigo en una abadía y, más tarde, cura de Meudon, puesto que no llegó a ocupar.
mitación de Víctor Hugo :: I Ve a rezar, hija mía. Ya es la hora de la conciencia y del pensar profundo: cesó el trabajo afanador, y al mundo la sombra va a colgar su pabellón.
Pronto se lanzaron a la atmósfera piloteadas por su padre, que al detenerse con ellas, encima de la acacia, prorrumpió en un himno triunfal. Paró el canto de pronto, al colgar Manolo del alféizar la jaula donde aleteaban los machos.
Era la del judío David, negociante en joyas, telas y pieles, y el pensil lo cuidaba su hija Séfora, que solía asomarse para regar y para
colgar al sol la jaula de un malvís, el ruiseñor de aquella comarca.
Emilia Pardo Bazán