Aquella le cocía y comía los ojos y la lengua y el cogote y sesos y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos, y dábamelos en el plato, diciendo: “Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo.
Usté tiée una hija que es er delirio y yo tengo veinte y tres años, soy güérfano de padre y madre, no tengo oficio, pero si tengo un cortijo que me renta tres mil púas y la mar de codornices, y además jace cosa de dos meses tuve la desgracia o la fortuna de trompezarme en ca de la Llorona a su hija de usté, y desde punto y hora en que la vi se me aflojaron las coyunturas y me quedé tonto, pero que tonto der to, y como ya jace dos meses que no vivo, y como yo voy por la de en medio, pos esta mañana que me alevanté trempano me dije yo mirando hacia el suelo y rascándome el cogote: «Esto no puée seguir asín, Antoñuelo.
El novio se había retirado a aflojarse los tirantes y volvía a la mesa hecho una fiera de puro feo, con el
cogote rollizo, el rostro apoplético y los ojos inyectados.
Emilia Pardo Bazán
Peggotty vestía, como siempre, un luto sencillo y limpio; pero Barkis estaba deslumbrante con su chaqueta azul nueva, a la que el sastre había dado proporciones tan cumplidas, que los puños le hubieran servido de guantes en el tiempo más frío; el cuello era tan alto, que le empujaba los pelos del cogote hacia arriba.
De pronto le vi extender su mano automáticamente y encasquetarse la caperuza en el
cogote, como si sintiera honor al vacío que mostraba el cucurucho.
Vicente Blasco Ibáñez
El adversario no tenía necesidad de ir á Roma por la res- puesta y, entre otras bromas, ensartaba estos pareados: Cállese usted, cojete; cojo y recojo, cojo con bonete; cojo con muletilla; cojo y cojín con sudadero y silla; cojo reqiiiem-eterna que se desencuaderna; palitroque cojito; muleta de costilla de mosquito; mísero monigote, cojo desde los pies hasta el cogote.
lindamente asigurao, y parao lo tenemos clamoriando; y como medio chanciando lo pinchamos, y lo que grita, cantamos la refalosa y tin tin, sin violín. Pero seguimos el son en la vaina del latón, que asentamos el cuchillo, y le tantiamos con las uñas el
cogote.
Hilario Ascasubi
Es de baja estatura; gordo y rollizo como un flamenco; dos ojos pequeñitos y alegres; boca risueña; dos hoyitos en las mejillas, blancas y sonrosadas como las de una dama; un par de chuletas negras y rizadas; el pelo, corto y áspero, pero muy cuidado y recogido hacia el cogote; la frente, angosta; el tórax y el abdomen, como los de un bolsista, anchos y prominentes; el chaleco, muy abierto; la camisa, muy blanca; las solapas del gabán, hacia la espalda.
La cara de Gilda está cubierta por sus cabellos, mal amarrados sobre el cogote; su justillo, mal atado, deja al descubierto lo que un pañuelo de percal no alcanza a cubrir como debiera.
Hombre hay que ni para dormir se le quita, trayéndole hacia la cara para defenderla del sol ó de la luz, si duerme la siesta al aire libre; así como se le lleva hacia el morrillo ó cogote, sosteniéndole con la mano, para saludar á las personas que más respeto y acatamiento le merecen.
Frente a mí un viejazo apoplético y obeso, envuelto en pesado abrigo de pieles, con el cogote rojo como jamón y rugoso como un cuero de caimán, los ojos cubiertos por dobles anteojos negros, y los enormes pies deformados por la gota, calzados con gruesos botarrones, roncaba a pierna suelta.
A los huachanos de hoy no les atañe ni les llega a la pestaña mi cuento. Hablo de gente del otro siglo y que ya está criando malvas con el
cogote.
Ricardo Palma