La alta hierba se agitó a sus pies cuando pasó corriendo el Conejo Blanco; el asustado Ratón chapoteó en un estanque cercano; pudo oír el tintineo de las tazas de porcelana mientras la Liebre de Marzo y sus amigos proseguían aquella merienda interminable, y la penetrante voz de la Reina ordenando que se cortara la cabeza a sus invitados; de nuevo el bebé-cerdito estornudó en brazos de la Duquesa, mientras platos y fuentes se estrellaban a su alrededor; de nuevo se llenó el aire con los graznidos del Grifo, el chirriar de la tiza de la Lagartija y los aplausos de los «reprimidos» conejillos de indias, mezclado todo con el distante sollozar de la Falsa Tortuga.
Y cuentan que llenóse asimismo aquel sitio de flores marinas, de carrizales, los cuales se cubrieron de diferentes géneros de tordos y urracas; unos colorados, otros amarillos, que con su canto y chirriar hacían gran armonía, y alegraron tanto ese lugar ameno y deleitoso, que los AZTECAS parecieron olvidar el sitio prometido por HUITZILOPOCHTLI y se pusieron a cantar y bailar, sin acordarse que todo aquello era una visión ideada por su guía para darles un panorama de como sería el lugar donde fundarían su gran población, la nueva TOLLAN-MESHICO.
Corrían sobre ellas las negras siluetas de los tripulantes, rasgaba el silencio el ruido de los palos cayendo sobre cubierta, el
chirriar de las garruchas y las cuerdas, y las velas desplegábanse en la oscuridad como enormes sábanas.
Vicente Blasco Ibáñez
Y dicho y hecho: trajo el cuchillo cocinero y echó a cortar por lo redondo; trajo la batea grande y la colmó; y al momentico echó a
chirriar la cazuela y a regase por toda la casa aquella güelentina tan sabrosa.
Tomás Carrasquilla