—y él se hizo el dormido — ¡Mira qué bonito! Un poco sucio en verdad, pero con un buen
baño, una peinada, un buen insecticida y quedará como nuevo...
Antonio Domínguez Hidalgo
Las habló algún tiempo en presencia de Critón y dioles órdenes; después hizo que se retiraran las mujeres y los niños, y volvió a reunirse con nosotros. El Sol se acercaba ya a su ocaso, porque Sócrates había estado bastante tiempo en el baño.
De verla no hallaba medio, Por mas protestas que hacia Doña Luz de él no admitia Ni visita ni remedio. Decia su camarera Siempre «duerme.»--«Está en el baño.» Y no llegara en un año Dia en que le recibiera.
Tiene la casita sus empapelados análogos, representando vistas campestres; su alfombrado para las salas principales; una mesa redonda hermosa para la lotería y otros juegos en sociedad, y otros muebles de que la surtiremos como mesitas, catres, lavabos, un baño portátil, etc.
Estas dos llamadas Deseable. Agradable, fueron afuera, al río, al Baño de Pluvioso, Sembrador, Volcán. Tal la decisión de todas las tribus.
Mas ella les regaló Con los desaires mayores. Decia su camarera, Siempre: duerme, está en el baño, Y no llegara en un año, Dia en que los recibiera.
Por ejemplo, de portal, sala-comedor, tres habitaciones, baño y cocina, con sus lavaderos, etcétera, con placas de hormigón, por el precio de 3 000 pesos.
Ya tenemos la mar de cosas comprás: la cómoda, la mesa consola, una urna con su Virgen, dos floreros preciosísimos, una docena de sillas, dos cacerolas con baño de porcelana, diez cuadros con marcos doraos, qué sé yo, ¡la mar de cositas güenas!
A mí me llama hoy el hado, como diría un poeta trágico, y ya es hora de ir al baño, porque me parece mejor no beber el veneno hasta después de haberme bañado, y además ahorraré así a las mujeres el trabajo de lavar un cadáver.
A pesar de andar siempre tomado, sin rasurarse, con la cabeza enredada entre cabellos mal peinados por el no frecuente uso del
baño y del jabón, lo estimaban, aunque solamente lo conocieran de lejos.
Antonio Domínguez Hidalgo
APOLODOROS.- Voy a complacerte; pero mejor será que tomemos la cosa desde el principio, como Aristodemos me la contó. Encontré a Sócrates, me dijo, que salía del baño y contra su costumbre llevaba sandalias.
Uno y otro callaron de nuevo, convencidos. El sol salió, y en el primer baño de su luz, las pavas del monte lanzaron al aire puro el tumultuoso trompeteo de su charanga.