Los demás endecasílabos son tan detestables como este soneto de la misma autora: «Cifra del susto, imagen del espanto que, en copia de esplendores pavoroso, si eres de Manso duelo luminoso de Bravo ostentas refulgente llanto; Los lucientes fulgores que ese manto argentado a su impulso generoso, en lo que asombro viven prodigioso, respiran los anhelos del quebranto.
Ricardo Palma
Iztaccihual purísimo volvía Del argentado rayo de la luna El plácido fulgor, y en el oriente, Bien como puntos de oro centellaban Mil estrellas y mil...
José María Heredia
Sobre su pelo castaño y fosco, que el sol rafagueaba de oro viejo, un manojo entero de clavelones enormes, de ese matiz indeciso que no es rojo ni rosa y que al remate de las hojas se cambia en gris argentado, se erguía provocativo, dentro del medio canalón de la peinetaza de carey.
Emilia Pardo Bazán
Tú cantarás cómo a las nuevas gentes Nenqueteba piadoso leyes y artes y culto dio; después que a la maligna ninfa mudó en lumbrera de la noche, y de la luna por la vez primera surcó el Olimpo el argentado coche.
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