El corazón lozano que una feliz oscuridad desdeña, que en el azar sangriento del combate
alborozado late, y codicioso de poder o fama, nobles peligros ama; baldón estime sólo y vituperio el prez que de la patria no reciba, la libertad más dulce que el imperio, y más hermosa que el laurel la oliva.
Andrés Bello
Pero no se referían al abeto. «¡Ahora a vivir!», pensó éste
alborozado, y extendió sus ramas. Pero, ¡ay!, estaban secas y amarillas; y allí lo dejaron entre hierbajos y espinos.
Hans Christian Andersen
Y ya a distancia corta llegar del buque anclado la gran tripulación miraba absorta, cuando al hombre en memorias abismado que en la popa seguía distraído, llegóse el capitán alborozado, conrapidez diciéndole al oído: «Don Luis, el mercader.
Echóme las manos a los ojos y sujetándome por detrás: - ¿Quién soy? -, gritaba,
alborozado con el buen éxito de su delicada travesura.
Mariano José de Larra
Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha
alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
La Biblia (Nuevo Testamento)
Estrechamente al de Fernando unido Escrito en letras de oro centelleas: Y en medio a los magníficos festones A las bellas guirnaldas con que el arte Tu cifra con la suya enlazar pudo, Es más estrecho el nudo Con que la voz del regocijo alzando Su
alborozado aplauso al raudo viento, Suben Juntos a herir el firmamento Los nombres de Cristina y de Fernando.
Manuel José Quintana
Tal vez, cansado de nocturna vela o de afanosos sueños agitado, la recoge el mancebo alborozado, con ojo avaro y delicioso empeño; porque la vista de la luz consuela las amargas memorias de su sueño.
Jacinto Aguilar me llamo. -¿Aguilar de los Aguilares de Burgos? -exclamó
alborozado el guerrillero. -Justamente. -¿Y su padre de usted se llamaba don Cayetano de Aguilar, oidor en la Audiencia de Zaragoza?
Emilia Pardo Bazán
¡Oh!, y fatigado de nocturna vela y por ensueño místico agitado, la recoge el mancebo alborozado, con ojo avaro y delicioso empeño, porque la vista de la luz consuela las oscuras memorias de su sueño.
Para colmo de aflicción, vio la buena señora por todas partes los objetos con que Celinina había alborozado sus últimos días, y como éstos eran los que preceden a Navidad, rodaban por el suelo pavos de barro con patas de alambre, un San José sin manos, un pesebre con el niño Dios, semejante a una bolita de color de rosa, un Rey Mago montado en arrogante camello sin cabeza.
-preguntole la muchacha, que pugnaba inútilmente por quitarse el amargor de boca que acababa de dejarle su entrevista con el Niño. -Pos lo que me ha ocurrío es una cosa que no pasa más que una vez en la vía -exclamó el viejo con acento alborozado-.
–¡Eso, eso! –exclamó alborozado don Fermín. –Sí, señor –dijo con firmeza la tía–; una sola lengua: el castellano, y a lo sumo el bable para hablar con las criadas que no son racionales.