Con estas exhortaciones y otras por el estilo – es claro que de pensamiento, porque de palabra no podía – no cesé de hablarme; después, aquel ahogo, que ya empezaba a ser aliento, poco a poco fue dejando intervalos mayores, y retardándose sin cesar.
Si me
ahogo en tus julios, a mí baja desde el vergel de tu peinado denso frescura de rebozo y de tinaja: y si tirito, dejas que me arrope en tu respiración azul de incienso y en tus carnosos labios de rompope.
Ramón López Velarde
Alejandro Quijano En la cúspide radiante que el metal de mi persona dilucida y perfecciona, y en que una mano celeste y otra de tierra me fincan sobre la sien la corona; en la orgía matinal en que me
ahogo en azul y soy como un esmeril y central y esencial como el rosal; en la gloria en que melifluo soy activamente casto porque lo vivo y lo inánime se me ofrece gozoso como pasto; en esta mística gula en que mi nombre de pila es una candente cábala que todo lo engrandece y lo aniquila; he descubierto mi símbolo en el candil en forma de bajel que cuelga de las cúpulas criollas su cristal savio y su plegaria fiel.
Ramón López Velarde
Pues durante aquella conversación Emma había desaparecido; después, viéndola enfilar la Calle Mayor y girar a la derecha como para ir al cementerio, se perdieron en conjeturas. Tía Rolet dijo al llegar a casa de la nodriza, me ahogo..., aflójeme el corsé.
Y la gran chillería se arma. Cuando se iba calmando gritó una muchacha: -Maestro, ¡Carmela está con el
ahogo! Y, en efecto, Carmela parecía en lo supremo del ataque: levantaba la cabeza y abría tamaña boca para poder respirar, dando unos acecidos y produciendo unas hervezones y unos levantamientos de pecho, que inspiraba compasión.
Tomás Carrasquilla
¿Qué son los empleados? Sanguijuelas... lacayos... Yo no me ahogo en tan poca agua... ¡Empleado! ¿Quién puede servir aquí? ¡Si en este país no hay Gobiernos!...
Torbellinos me llevan al encuentro de ríos desesperados, cenestesia incógnita de espectros… y aunque solo en la corriente, no me ahogo… Me dejo fluir como durmiendo… mecedora sin aliento.
Y perdona si en temer mi agravio, mi bien, te ofendo, que no es dolor, el dolor que se contiene atento. Y adiós; que con el
ahogo que me embarga los alientos, ni sé ya lo que te digo ni lo que te escribo leo.
Sor Juana Inés de la Cruz
Acudieron su mujer y sus vecinos con luces, y halláronle haciendo efectos de nadador, soplando y arrastrando la barriga por el suelo, y meneando brazos y piernas con mucha priesa, y diciendo a grandes voces: ¡Socorro, señores, que me
ahogo!
Miguel de Cervantes
Asimismo, pero, yo, dentro del mismo ahogo, no he parado de reposarme con pensamientos alegres y valientes .¿Por qué debe ser, me decía, que la muerte me experimenta tantas veces.
Quebrantábase su salud con el rudo trabajo a que venía entregado desde el amanecer; algunas noches de invierno, una tos seca desgarraba su pecho; no pocos días de verano sintió un ahogo, un principio de asfixia, que le hizo detenerse y buscar apoyo en el tronco de un árbol; aconsejóle el médico multitud de veces que descansase, que renunciara a su labor diaria; pero el tío Roque se encogía de hombros, se burlaba de consejos y de dolencias, y al romper la aurora bebía un vaso de aguardiente, ensillaba su caballejo, y al campo, a inspeccionarlo todo, a que trabajasen los braceros, a que produjese la tierra, a que no estropeasen a su querida; la única hembra que había sabido pagarle con usura sus desvelos y su constancia.
Que venga... Una mañana, el
ahogo de la señora fue más largo, o las fuerzas se hallaban más agotadas tal vez... Sobre el brazo de Dionisia cayó la inerte cabeza de la madre, libre ya de penas y sufrimientos, bañada en eterno reposo.
Emilia Pardo Bazán