De la bullente vida tropical no hay a esa hora más que el teatro helado; ni un animal, ni un pájaro, ni un ruido casi. Benincasa volvía cuando un sordo
zumbido le llamó la atención.
Horacio Quiroga
Un profundo
zumbido que llena el ser entero e impregna el ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical.
Horacio Quiroga
En aquel momento le parecía todo infinitamente hermoso, pues volvía a estar en medio del verdor, tomaba parte en la fiesta y el regocijo, oía el canto y la música, el rumor y el
zumbido de muchas voces humanas, especialmente las que llegaban de la parte del jardín adornada con linternas de papel de colores.
Hans Christian Andersen
Donde posas tus manos, La espina de la risa O el caluroso hachazo De la pasión encuentras. Si te vas a los astros, El zumbido solemne De los azules pájaros Quiebra el gran equilibrio De tu escondido cráneo.
engo de Aranjuez de contemplar los espléndidos jardines que la primavera viste con regio manto y corona de flores, mientras el Tajo los arrulla con el monótono
zumbido de sus aguas espumantes.
Vicente Blasco Ibáñez
De un salto estuve frente a miles de criaturas que parecían gotas de agua, por tan pequeñas, que con sus cuarenta dedos, como arácnidos, succionaban los terrenos lodosos por donde estaban. Cuando me vieron lanzaron un zumbido como agudo relincho de yegua y me ataron con extraños lazos invisibles.
Aquel parloteo de la joven rítmicamente cortado por el paso del militar, aquella forma graciosa y ligera que andaba a saltitos enlazada a la otra, pesada y rígida, se perdieron pronto en la sorda sombra de los pilares que bordeaban la calle de la Tonnellerie, no dejando en los ojos de Eustaquio más que una sombra y en sus oídos un zumbido.
Todo entre la burla de los pájaros libres, que llegaban a beber rocío en las lilas floridas; entre el
zumbido de las abejas, que le picaban el rostro y le llenaban los ojos de lágrimas; ¡tiririrín!...
Rubén Darío
Solo interrumpe en esta calma profunda el grito breve y agudo del bengalí, el
zumbido monótono y tenaz de los insectos que voltean en el aire brillando a la luz del sol como un torbellino de piedras preciosas, y la acelerada respiración de Siannah, sonora y encendida como la del que sueña embriagado con opio.
Gustavo Adolfo Bécquer
-Porque dice que siendo rico no tiene necesidad de trabajar. Oyose un zumbido y alguien contestó: -Dice bien, Francisco. El que así hablaba era un zángano, que se posó sobre una de las flores del rosal del jardín de la casa de Francisco y comenzó a libar néctar.
-Yo soy la reina de las aves, chilló el águila; nada resiste a mi poder; el león no es para mí enemigo invencible y tengo a mis pies todo lo creado. -Ésa es tan orgullosa como tú, dijo una voz, débil como un zumbido, que resonó pegada al oído del príncipe.
Oyose otro zumbido y una voz que dijo: -Pues hace muy mal. Eran de una abeja estas palabras. Se detuvo en una de las rosas de la casa de Bartolomé Esteban y chupó el néctar, mientras el zángano la miraba de través.