El Obispo se encontraba ausente y fueron atendidas por su secretario que las encomendó a reunirse con el Señor Provisor, Juan Nepomuceno Zegrí que en aquellos momentos fundaba una Congregación.
¡Encontrar un
zegrí a mitad del siglo XIX, y encontrarlo vestido a la inglesa, hablando el francés y el español perfectamente, cortés y flexible como un parisiense, tolerante y humano como el mejor católico!
Pedro Antonio de Alarcón
¿Qué poeta imaginaría mayor fortuna? ¡Chateaubriand mismo me hubiera dado su abencerraje de papel, a trueque de mi
zegrí de carne y hueso!
Pedro Antonio de Alarcón
Es un cuento de las Mil y una noches; es una construcción de genios y de hadas... Pues a aquel balcón me asomó el
zegrí. Ya se apagaba el crepúsculo al otro lado de la catedral, cuya oscura mole gigantesca se destacaba sobre el fondo de oro del Poniente.
Pedro Antonio de Alarcón
Mas del tálamo ultrajado »Con qué borraréis la mancha?» -«Con sangre: respondió el rey, Con sangre el baldón se lava.» Sonaron los añafiles Y al Zegrí volvió la espalda.
¡Ay de mis infelices hermanos! -¡El último
zegrí! -exclamé lleno de asombro y maravilla-. ¿Cómo?... ¿usted?... A todo esto iba oscureciendo.
Pedro Antonio de Alarcón
Distraído estaba el rey Y un traidor Zegrí se avanza Que en secretas conferencias En tales términos le habla: -«Guarde Alá vuestro poder »Y así tomaréis venganza »De villanos y cobardes »Que son de mestiza casta; »Los Abencerrajes, digo, »Pues el que a su rey no acata, »Aunque de elevada cuna, »Ya bastardea y se infama: »Con su torpe alevosía »La vida y reino os quitaran »Si Gomeles y Zegríes »No os tuviesen por monarca.
¿Dónde están vuestros infortunados descendientes? ¡Aquí tenéis al ÚLTIMO
ZEGRÍ, que viene a evocar vuestras sombras entre las ruinas de la Alhambra!
Pedro Antonio de Alarcón
Vosotros, sí, por haber olvidado vuestro destino, por haber abdicado vuestro derecho, por haber faltado a la ley providencial de la civilización. »¡En cuanto a mí -continuó con amargura-, yo no soy ya africano, no soy ya islamita, yo no soy ya
zegrí!...
Pedro Antonio de Alarcón
Allá abajo, entre las arboledas que se inclinaban sobre el río, resonó la trémula y delicada vibración de una guitarra que balbucía algunos acordes del fandango. -¡Oye!... -me dijo el
zegrí-. ¡Los ecos del África responden a mis suspiros!...
Pedro Antonio de Alarcón
Había éste llegado conmigo en diligencia a la gran ciudad morisca; pero no procedente, como yo, de la corte de las Españas, ni muchísimo menos, sino de la humilde Venta del
Zegrí, donde la diligencia muda tiro y distante de Granada unas seis leguas.
Pedro Antonio de Alarcón
Esta plaza era especialmente significativa por ser el principal puerto y por la reducción a esclavitud de la mayoría de sus 8.000 habitantes (los que no reunieron un rescate de 20 doblas) y de los 3.000 gomeres de su guarnición, de procedencia norteafricana, dirigidos por Hamet el Zegrí.