i Lo que hace la civilización! - Por supuesto... -y la música
voluptuosa de un ritmo moderno comenzó a estremecer al salón -¿Bailamos? - ¡Claro!
Antonio Domínguez Hidalgo
Solamente una veladora escandaliza las umbrosidades con su tenue flama que parece bailarina esbelta y
voluptuosa a punto de desfallecer y con cuyos movimientos obliga a las vírgenes para las cuales se encuentra ofrendada a que la acompañen en su danza agonizante.
Antonio Domínguez Hidalgo
Fueron sus ojos azules, Fueron sus lábios de rosa, Su sonrisa voluptuosa, Su mirada angelical; Ahora es una azuzena Sin frescura y sin aroma, Una palma que desploma El revuelto vendabál.
Esos fantásticos sueños de imponderable riqueza de voluptuosa pereza y de embriaguez oriental, veíanse realizados del árabe generoso en el palacio ostentoso, desde el magnífico umbral.
Un transatlántico salía hacia Gibraltar por la calle de boyas, mientras que una voz morisca, lenta, acompañándose de un instrumento de cuerda, gañía una melodía sumamente triste y
voluptuosa.
Roberto Arlt
Yo esperé algún tiempo, y después la seguí: Al rumor de mis pasos, la miré huir toda blanca, y ocultarse entre los cortinajes de su lecho: Un lecho antiguo de lustroso nogal, tálamo clásico donde los hidalgos matrimonios navarros dormían hasta llegar a viejos, castos, sencillos, cristianos, ignorantes de aquella ciencia voluptuosa que divertía el ingenio maligno y un poco teológico, de mi maestro el Aretino.
Ni siquiera intenté alejar de mí la tentación; la frescura de la piel de Clarimonda penetraba la mía y sentía estremecerse mi cuerpo de manera voluptuosa.
Cuando oía asegurar que la satisfacción del bien obrar no -es un placer intenso, se sonreía con voluptuosa delicia llena de misterio.
La voluptuosa se acercó hasta la peña de la penitencia donde YAPPAN cantaba un himno a la creación y con una encantadora y musical voz le habló.
Corrí hasta él y lo rematé con otra piedra filosa; entonces brotó sangre y comprendí que estaba listo para saciar mi apetito. Me excitaba una voluptuosa fogosidad.
Don Juan improvisa y canta, y al compás de su vihuela gira en danza voluptuosa la bellísima Sirena, y en su sillón don Gonzalo, sentado y tendido a medias, como una sombra fantástica embebido la contempla.
Sin embargo, a pesar de los cuidados que don Juan Belvídero prodigaba a su persona, llegaron los días de decrepitud; con la edad del dolor llegaron los gritos de impotencia, gritos canto más desgarradores cuanto más ricos eran los recuerdos de su ardiente juventud y de su voluptuosa madurez.