No me hallaba yo por aquel entonces completamente seguro del criterio que debía seguirse para dar un fin definitivo al tratamiento de una histeria, y propuse a la paciente una solución que le pareció inaceptable. Llegaba la época del
veraneo, hubimos de interrumpir el tratamiento en tal desacuerdo.
Sigmund Freud
Ya tenía a Mancilla metido en casa y dándoselas de mi amigo íntimo. Al amanecer se presenta un vendedor de corvinas y congrios enviados por el director general del veraneo.
Las tierras y mares --la Costa Brava--- del Ampurdán, las de Perelada, de donde procedía su familia paterna, las de Figueras, Llança, Cadaqués, lugares de veraneo en casas familiares, estuvieron sienmpre en su mirada.
Transcurrieron algunos meses. Me fui de
veraneo. A mi vuelta -al apoderarme nuevamente del diván; obra de Maple- cayó a mi lado el gallardo cuerpo de Federico, y oí su voz prodigándome bienvenidas.
Emilia Pardo Bazán
Y tuvo mil ocasiones, mientras duró esa temporada de aburrido veraneo, en medio de zumbantes torbellinos de mosquitos hambrientos, sin más distracción que el desfile por la polvorienta calle Santa Fe, de las carretas de bueyes que llevaban con recelo a la ciudad moribunda verduras para el puchero, o la rápida disparada lejana, asustada y asustadora, de los carros llenos de difuntos, hacia el cementerio nuevo, recién habilitado y repleto ya, de la Chacarita, de maldecir a Musterini, el especulador loco, el «amigo» a quien debiera tantos males.
Sin embargo, hacia el mes de julio, cuando empezaba a agitarse la cuestión de
veraneo y a discutirse las ventajas de San Sebastián comparadas a las de Santander, Romana, a solas con su marido, sacando los pies del plato, indicó que debía preferirse una playa modesta.
Emilia Pardo Bazán
Por debajo de las achatadas palmeras desfilaban, como las cuentas de un rosario de colores, las sombrillas de seda, los sombreritos de paja, los trajes claros y vistosos de toda la gente de
veraneo.
Vicente Blasco Ibáñez
Estas expediciones fueron aficionando a los santanderinos al veraneo; y este año dos familias, y el siguiente cuatro, y el siguiente ocho, y así sucesivamente, fuimos a parar a que los que pasaban julio y agosto en la ciudad, tenían vergüenza de confesarlo en setiembre a los que volvían tostados por el sol de nuestra campiña.
Las criaturas fueron lavadas y fregadas; averiguaron que a unos huesos que tenemos en la boca hay que frotarlos diariamente con cepillo; se vistieron de limpio, comieron a mantel blanco, con flores silvestres en el centro y servilleta nívea; corretearon en la playa, ganaron en peso y estatura; se pusieron alegres y morenas, el moreno sano del pan íntegro..., y volvieron al pueblo contentas, envanecidas del
veraneo aquel, con hábitos de «señoritas», que en sus casas eran reprobados...
Emilia Pardo Bazán
Un recuerdo me asalta, cada vez que pienso en los niños del pueblo. Poco antes de llegar a la aldea donde veraneo, un tren, hace quizá un año, atropelló a un niño.
A la vuelta del veraneo no puedo menos de presentarlo en cuerpo y alma a mis lectores. Es un hombre generalmente panzón, de buena salud, de buen diente, que ha pasado todo el año metido en la oficina, asfixiado en papel escrito, con el tintero bajo las narices, la lapicera en la oreja, luchando con los sabañones, con el sueldo, con los honorarios, con las hijas y con la mujer, y que llega siempre al mes de diciembre amenazado de una neurastenia.
Prometieron que todo quedaría instalado en diez días. Pusieron manos a la obra, y nosotros nos marchamos de veraneo. Trabajaron un par de días, y luego también ellos se fueron de veraneo.