No había en él más que juegos, Pendencias y desafíos, Disolutos amoríos, Y crímenes por doquier. Aquí el esposo ultrajado, Allí la justicia hollada, Acá la monja engañada, La seducida mujer.
Me quitaron la diosa que llevaba a cuestas y la dejaron en el suelo, quitáronme los arreos y me ataron a un árbol, y con los látigos provistos de huesos me azotaron tan furiosamente, que llegué a dos dedos de la muerte. Uno de ellos me amenazaba con cortarme las patas, por haber yo ultrajado escandalosamente su pudor, edificante en verdad.
Y la hechicera, cuyo poder se extendía basta los dioses, puso en juego los primeros recursos de su abominable industria. Intentó dominar el corazón del ultrajado esposo y despertar en él nuevo amor; pero salieron fallidas sus esperanzas.
Los que pudieron evitar la barbarie. Quisiéramos mencionarles las innumerables memorias que han ultrajado convirtiendo esta comisión en un circo mediático.
¿Para qué? Pero castigaré á Hipólito en este mismo día por haberme ultrajado. Ya he preparado todo para ello, y me costará poco trabajo hacerlo.
En vano quiere oponerse aquella respetable municipalidad a la escandalosa violación de sus derechos; la fuerza prevalece contra la justicia, y los vecinos de Caravalleda, antes que dar lugar a excesos que hubieran deshonrado su causa, prefirieron abandonar para siempre a los reptiles y los cardones un lugar en que se había
ultrajado la dignidad del hombre y el carácter de sus representantes.
Andrés Bello
¡Bueno era él para ablandarse! Era un marido
ultrajado, y ciertas cosas, ¡vive Dios!, nunca se olvidan. Pero su conciencia de buen muchacho le replicaba con dureza: «Tú eres un pillo que finges ultrajes por conservar tu libertad.
Vicente Blasco Ibáñez
Ya que me pariste de corta vida, el olímpico Zeus altitonante debía honrarme y no lo hace en modo alguno. El poderoso Agamemnón Atrida me ha
ultrajado, pues tiene mi recompensa, que él mismo me arrebató.
Homero
La decepción del fracaso reforzaba la indignación de su pudor ultrajado; le parecía que la Providencia se obstinaba en perseguirla, y realzando su amor propio, nunca había tenido tanta estima por sí misma ni canto desprecio por los demás.
El enamorado ultrajado blandía su espada desnuda; su gorguera de encaje se levantaba por sacudidas, según los movimientos de su pecho, a iba de derecha a izquierda, a grandes pasos, haciendo sonar contra las tablas las espuelas doradas de sus botas flexibles que se enganchaban en el tobillo.
Pero nos has ultrajado á él y á mí; no has esperado la prueba ni la voz de los adivinadores; no has examinado nada, no has dejado al tiempo hacer pesquisas, y más de prisa de lo que convenía, has lanzada imprecaciones contra tu hijo, ¡y le has matado!
Nosotros, por nuestra parte, comprendiendo toda la predilección que nos demostraba en aquel momento el Sumo Pontífice, procurábamos expresarle con la mirada, con el gesto, con la actitud, nuestra veneración y piedad, así como el dolor y la indignación que sentíamos al verlo preso y
ultrajado por sus malos hijos....—Casi instintivamente nos quitamos los morriones (cosa que chocó mucho a los franceses, los cuales seguían con sus gorros encasquetados), y nos llevamos la mano derecha al corazón como quien hace protestación de su fe.
Pedro Antonio de Alarcón