Fue nombrado "Armero real" y mantuvo amistad con el rey Alfonso XIII, con quien se tuteaba, es más, era tal la confianza que tenían que era el único a quien permitía llamarle familiarmente "Poncho".
Destacaba en las reuniones sociales encantando a las damas con anécdotas del París galante y cuentecillos chuscos y muy apropiados. A los caballeros tuteaba y divertía ganando sus corazones y convirtiéndose en el alma de toda reunión.
Era considerado uno de los oficiales más fieles a Rosas, y – además de Ángel Pacheco – uno de los muy pocos oficiales que se tuteaba con él y se permitía bromas en sus conversaciones y cartas con Rosas.
Así fue como obtuvo el ascenso en 1907 y en 1908 ya se tuteaba con Newell's y Central, clubes que por entonces empezaban a congregar la mayor cantidad de adeptos en Rosario.
-suplicó el yerno, que por ruego de Joaquín ya le tuteaba como a padre amigo -¡amigo y cómplice!-, aunque temblaba de oír lo que pedía se le dijese.
Otra de las cosas que pasó con Bravo (habría que ir acumulando todos los hechos que produce porque lo pintan como un verdadero psicópata), fue que un día trajo la cometa del batallón para enseñamos lo que era diana y lo que era silencio, y nos decía: “Ustedes, tienen que conocer esto, desde ahora se les va a despertar así y se les va a dar el silencio de esta manera”. Siempre provocando. F.U.: ¿Los tuteaba? A.M.C.: No.
Había, sin embargo, otra dama, de ojos profundos y negros, como los tienen las imágenes, muy joven, muy esbelta, que prodigaba a la del abanico el «señora» a todo pasto, mientras ésta la
tuteaba...
Emilia Pardo Bazán
Sentado detrás del escritorio sobre la tarima nos llamaba por nuestro apellido con un “Fulano, pase a la pizarra”, nunca tuteaba aunque, en rigor, sus alumnos de entonces éramos niños; nos juzgaba con justicia.
Cuando entró en la oficina, ya estaban trabajando, es decir, leyendo periódicos, algunos compañeros. -¡Hola, hola, Casto! -se permitió decirle un vejete, el único que le tuteaba-. ¡Parece que se trasnocha!...
Pero Carlos no disimulaba nada, le llamaba «mi mujer», la tuteaba, preguntaba por ella a todos, la buscaba por todas partes y muchas veces se la llevaba a los patios donde de lejos le veían, entre los árboles, estrechándole la cintura y caminando medio inclinado sobre ella, arrugándole con la cabeza el bordado del corpiño.
El era obligado padrino de bautizo de los retoños, y por supuesto que siempre tenía compadre alcalde. Tuteaba a todos los 1 batalla de la Palma: combate en el que Castillo venció a las fuerzas del presi dente Echeniqjue.
Recuerdo que al tercer día ya tuteaba a un príncipe napolitano, y no hubo entonces damisela mareada a cuya pálida y despeinada frente no sirviese mi mano de reclinatorio.