Es decir: aprenderás a saber triunfar. Tu juego será siempre limpio; sin trampas, pero no te dejarás engañar de los sucios ni de los tramposos.
En la esquina aquel almacén, equívocamente iluminado por la luz rojiza de varios picos de gas silbones, era conocido como un punto de reunión de borrachos y truqueros
tramposos.
Ricardo Güiraldes
Ugarriza presentó entonces nuevo recurso al Cabildo, llamando
tramposos a aquellos sujetos; que esperar a que cumpliesen su compromiso era perder tiempo, con perjuicio para la administración de justicia; que por falta de garrote había en la cárcel reos que debían estar pudriendo tierra en el campo santo; que él buscaría quien construyese la máquina, y que se pasase orden al comandante de artillería para que descontase a Vidasola una parte de su haber, hasta completar la suma de doscientos cincuenta y seis pesos, amén del juicio que por cuerda separada se proponía seguir a los embaucadores.
Ricardo Palma
Fulanez, primero, hizo el que se echa atrás; no quería más prendas, dijo, ni chafalonía en su casa; enseñó el famoso cajón; despreció hasta la exageración todo lo que era metal precioso; asegurando que aunque fueran onzas de oro, como las que solían llevar en el tirador los gauchos de antaño, no daría por ellas su buen papel de curso legal; y naturalmente menos, tratándose de un metal vulgar, como la plata, que, cada día, perdía en valor, sin contar que los plateros -agregaba- se habían hecho tan tramposos, que ya no podía uno fiarse de nada ni de nadie.
Sin saber cómo llegaron a juntarse en el Gran Consejo de Siké como las langostas en una trampa, o los camarones en un remanso, o las moscas en un estercolero, o los penitenciarios en una cárcel, o los pecadores en el Infierno, o Cielo negro; sin saber cómo llegaron a juntarse en el Consejo, pordioseros, tránsfugas, oradores, criminales, hombres de ciencia, sacerdotes de Buda, bellacos, traidores, mudos, tramposos, deshonestos; había allí quienes huyendo de la justicia se habían acogido bajo el artesonado del Consejo, como los mirlos bajo los duraznos en flor; los había leprosos de cuerpo y de alma; los había que vendían sus votos por un puñado de arroz, o por un yen; los había, en fin, que no teniendo qué vender, vendían a sus compañeros.
A esa fatalidad se juntan en la obra saludable los banqueros con ventaja; los tramposos de ingenio que dejan al cartón señales imperceptibles y mortíferas, o que guían bajo el tacto finísimo una gota de goma transparente; los prestidigitadores que resbalan paquetes de naipes preparados y escamotean la catástrofe que asoma; los audaces que asaltan los tapetes y violan los bolsillos; aquellos, en fin, que se mantienen erguidos en la lucha.
Otros quizá, los más audaces, le propusieran un equívoco trato, con el innegable propósito de hacerle trampa en el momento de pagar. A este último grupo de jugadores
tramposos pertenecía Balder.
Roberto Arlt
Conviene saber que el viajante me conocía de antiguo; me respetaba como a persona metida en altos negocios, y estaba muy hecho a distinguir la gente seria de los
tramposos, en su peligroso oficio de traficante de artículos superfluos, que todos desean poseer y todos repugnan pagar.
Emilia Pardo Bazán
¿Será la que en el teatro y en la sociedad se mofa de los acreedores en obsequio de los
tramposos, y marca con oprobio la existencia y el nombre del marido que tiene la desgracia de tener una loca u otra cosa peor por mujer?
Mariano José de Larra
Presté sin garantía alguna a
tramposos reconocidos, y, naturalmente, no sólo no me devolvieron un céntimo, sino que me volvieron la espalda.
Emilia Pardo Bazán
El interés de todo médico es que haya enfermos, cuantos más mejor, como el interés de todo abogado es que haya gentes de mala fe y de mal humor, enredadores, tercos y tramposos.
Era como si en ver-dad se sintiera orgulloso de no ser cual los demás; todos similares;
tramposos; miserables; mentirosos; engreídos; soberbios e inútiles.
Antonio Domínguez Hidalgo