Nosotros siempre pensamos mal y acer-tamos.- Otros se cubrían el rostro con las manos y no querían ver más el final de la Cien y de los Cien-
tíficos.
Antonio Domínguez Hidalgo
Y muchos pi-dieron que los Cien-
tíficos aparecieran ante las cámaras televisoras tridimensionales de la nave para que les narraran, detalladamente, el suce-so.
Antonio Domínguez Hidalgo
Vivas y aplausos se escuchaban por lo largo y por lo ancho. Los Cien-
tíficos eran los ídolos del momento. La astronave descendió con lentitud, sin ruido, y se posó en la plataforma de aterrizaje matemáti-camente.
Antonio Domínguez Hidalgo
Los cien-
tíficos tripulantes esperaban de un segundo a otro el choque brutal, la explosión, el fin, pero tal parecía que se prolongaba el trance, como insinuando coquetonamente el triunfo soñado.
Antonio Domínguez Hidalgo
Todo mundo quería filmar aquella es-cena; sacar fotografías, sobre mucho, de los Cien-
tíficos que de un momento a otro, se les vería aparecer.
Antonio Domínguez Hidalgo
La gran puerta de la Cien se fue abriendo con calma y las primeras en presentarse fueron las computadoras móviles. La muchedumbre eufórica pedía que aparecieran los Cien-
tíficos: -¡Los Cien-
tíficos!
Antonio Domínguez Hidalgo
Al Estado y sus Corporaciones y á las provinciales y municipales. Segundo. A los Institutos científicos, literarios ó artísticos, ó de otra clase legalmente establecidos. Art.
En el trayecto de retorno, recibió muchas invita-ciones para que descendiera en los planetas del sistema con el fin de rendirles homenaje de feli-citación a los cien-
tíficos, pero las computadoras voceras contestaron que era imposible.
Antonio Domínguez Hidalgo
¡Los Cien-
tíficos! ¡Los Cien-
tíficos!- Gritaban. Pero la computadora uno, acercándose al micrófono, dijo con voz seca y gélida: -Imposible.
Antonio Domínguez Hidalgo
Los Cien-
tíficos están muer-tos. Y los bien pensados lloraron. Y los malpensa-dos sonrieron macabramente: -Lo sabíamos. No podíamos equivocarnos.
Antonio Domínguez Hidalgo
Los terrestres guardaron profundo silencio y el sistema planetario solar también. Luego con-templaron la última obra de los Cien-
tíficos y gri-taron: -¡GRACIAS!
Antonio Domínguez Hidalgo
Es deber de mi alta insignia, informar a la terricolidad la funesta noticia: Los cien-
tíficos no resistieron el impacto y se desintegraron, mas antes de perecer, nos dieron los datos para el traje especial necesario que resistirá tal embate.
Antonio Domínguez Hidalgo