Palacios dejó la copita de coñac sobre la mesilla cigüeña, que el criado le había puesto delante con el
tántalo abierto y surtido, y dando una chupada al habano, asintió.
Emilia Pardo Bazán
Porque el dichoso Tántalo, nacido de Zeus — y no recuerdo esto por insultar a su fortuna —, temeroso de la roca que amenaza caer sobre su cabeza, está suspendido en el aire, y dicen que sufre este castigo porque, cuando era hombre y compartía con los Dioses el honor de una mesa común, tenía una lengua sin freno, defecto vergonzosísimo.
Era el suplicio de Tántalo: ¡tener a mano, viejo ya, y después de haber sido pobre, se puede decir, toda la vida, semejantes riquezas y no poder disfrutarlas!
Lo mismo me acaece con la cuadratura del círculo: que he llegado tan al remate de hallarla, que no sé ni puedo pensar cómo no la tengo ya en la faldriquera; y así, es mi pena semejable a las de
Tántalo, que está cerca del fruto y muere de hambre, y propincuo al agua y perece de sed.
Miguel de Cervantes Saavedra
Tú eres el agua que me roza el labio, La fruta que el sentido me enajena, Y un
Tántalo yo soy que en vano agito Los anillos de mi áspera cadena.
Estanislao del Campo
Por la faz de las Euménides, ruedan las primeras lágrimas; Tántalo olvida las ondas de las fugitivas aguas; Ixión detiene su rueda; los buitres, que las entrañas de Ticio devoran, cesan el cruel festín; con sus ánforas vacías al canto atienden de Belo las hijas pálidas, y hasta Sísifo sentado sobre su peñón descansa.
El Can Cerbero y la Quimera holgaban en lúbrico recreo; las hijas de Danao se lo daban a Ixión, a Prometeo, a Tántalo, a Sísifo y a otros muchos condenados espectros y avechuchos.
Los barcos mercantes, de viaje a Lima, por el estrecho de Magallanes, hacían escala en Buenos Aires, al pasar por allí; pero les era prohibido desembarcar mercaderías, y los que las necesitaban tenían que andar 1000 leguas más o menos a lomo de mula, para ir a buscarlas a los mercados de Lima. Esto era, algo así como el suplicio de Tántalo para los desgraciados bonaerenses.
Envueltos por la satisfacción ajena, y sumidos en la propia necesidad, ahogados por las emanaciones provocadoras y excitantes de la comida, el conde y la condesa de Breville y el señor y la señora de Carré—Lamadón padecieron el suplicio espantoso que ha inmortalizado el nombre de Tántalo.
Un marquesito, muy currutaco, acudió presuroso a favorecer a la caída, principiando por bajar el subversivo faIdelIín, para que volviera a cubrir el vientre y todo lo demás, que no sin embeleso contemplara el joven; el suyo fue peor que el suplicio de
Tántalo.
Ricardo Palma
A la cual una vez reconocieron entre las sombras de la calina, 455 se pusieron de pie las diosas; Sede Maldita se llama: sus entrañas ofrecía Titio para ser desgarradas, y sobre nueve yugadas se extendía; por ti, Tántalo, ningunas aguas pueden aprehenderse, y el que asoma huye, ese árbol; o buscas o empujas la que ha de retornar, Sísifo, roca; 460 se gira Ixíon y a sí mismo se persigue y huye, y las que preparar la muerte de sus primos osaron, asiduas ondas, que perderán, vuelven a buscar, las Bélides.
Un hediondo calabozo vino a ser el premio de su perfidia. Tántalo muere de sed en medio de las aguas, y ansía coger los frutos que se le escapan; castigo impuesto a la garrulería de su lengua.