Vos sabéis, sin duda, que estos animales viven escondidos en cuevas húmedas, en colinas muy frías, y no lejos de cristalinas fuentes. Estas advertencias surtieron efecto.
Entonces se lo conté todo, y como viese que se hacía la reacia, le dije: «Sajonesilla, ven aquí»; y, colocándola sobre mis rodillas, como solía hacerme mi madre cuando yo era niño, la di unos azotes que enrojecieron sus blanquísimas carnes; pero pronto me dio lástima. Los azotes surtieron, sin embargo, su efecto, y todo quedó arreglado entre la sajonesa y yo.
No sé si mis palabras surtieron algún efecto, o si la violencia de su cólera terminó por gastarse; pero poco a poco se tranquilizó y empezó a mirarme, primero sin pensar, después con un rayo de razón, y por fin me dijo: «Ya lo sé, Trotwood; mi hija querida y tú..., ya lo sé; pero él, ¡mírale!».
Oña, Nabón, Saraguro, San Fernando y otros pueblos de las provincias de Azuay, Cañar y Loja, fueron los que surtieron la matera prima humana, con su calidad de sana, fuerte y robusta, como para resistir a las inclemencias duras y sacrificadas de las minas, a prueba de roca.
Ni la oposición intransigente a la Revolución, que preconizaba Floridablanca, ni el tímido entendimiento con ella que defendía Aranda surtieron efecto.
Pero las presiones británicas no surtieron efecto en Luis XIV, a pesar de que desde hacía meses aconsejaba a su nieto «moderar la severidad con la que queréis tratarles a los catalanes.
Sus intentos de favorecer a otros sacerdotes, como los de Ra, Ptah o Seth no surtieron efecto en tanto que los de Amón siguieron siendo omnipotentes e incluso hacían peligrar la posición del faraón.
Se estableció además un examen de admisión para el ingreso. Las medidas surtieron efecto y el Instituto retomó la calidad que lo había caracterizado.
Las consecuencias de este primer encuentro surtieron un gran efecto en la moral la tripulación, que no esperaban encontrar una oposición tan tenaz en su nueva zona de operaciones.
En cambio, los contraataques asirios, surtieron efecto, y el reino de Babilonia, vio amenazadas muy seriamente sus fronteras y dominios.
A finales de diciembre de 1380 el rey tomó la decisión de tomar bajo su protección personal a muchos monasterios, y entre los días 22 y 28 de diciembre de ese año se pronunciaron numerosas sentencias, de las que se conocen veintinueve, en las que se les ordenaba a numerosos magnates gallegos, como los condes Pedro y Alfonso Enríquez y el adelantado mayor de Galicia, que abandonasen sus encomiendas, pero López Ferreiro señaló que como el mal estaba tan arraigado, las órdenes del rey surtieron poco efecto, ya que «los Grandes querían cobrarse del favor y ayuda que habían prestado á la nueva dinastía», y otros autores también destacan que las disposiciones del rey se limitaron a «buenas intenciones» con ausencia de efectividad real y de socorro a los monasterios.
El valiente Zurlauben realizó más ataques, con el fin de impedir que los aliados formasen en su rivera del Nebel, pero no surtieron efecto.