Por su alta tasa de siniestrabilidad, causada en la mayoría de los casos por fallos en su único reactor, su pequeña envergadura, la posición de sus mandos y los fallos en el asiento eyectable, entre otros; causó una mala imagen del avión ante el público general, especialmente en servicio con la Luftwaffe alemana, e hizo que el avión recibiera apodos como «El ataúd volante» o «El creador de viudas».
Concluían así unas obras faraónicas, de más de tres décadas que habían requerido, 15.000 hombres, 14 viaductos, 182 túneles, 692.000 metros cúbicos de hormigón y remover más de 19.900.000 metros cúbicos de tierra todo con medios bastante precarios y con una alta siniestrabilidad laboral.