Fernando, una bula en que declarase su santidad que esta conquista fuese a favor de los reyes de León y Castilla, y así expidió la bula en mayo de 1493.
Sócrates: Este es ya punto concluido. ¿Pero qué clase de cuidado de los dioses es la santidad? Eutifrón: El cuidado que los criados tienen por sus amos.
Si lo hemos tenido antes de nuestro nacimiento, sabemos, pues, antes de nacer, y por lo pronto después de nuestro nacimiento hemos conocido no sólo lo que es igual, lo que es grande y lo que es más pequeño, sino todas las demás cosas de esta naturaleza; porque lo que decimos aquí se refiere lo mismo a la igualdad que a la belleza misma, a la bondad, a la justicia y a la santidad; en una palabra, a todas las demás cosas de la existencia y de las que hablamos en nuestras preguntas y en nuestras contestaciones.
Noventa epístolas de Séneca, traducidas y anotadas. Una Súplica muy reverente a su Santidad por los españoles. El opúsculo de Santo Tomás del modo de confesarse, traducido y con notas.
Y aunque a su paso se levantan miles de comentarios, ora detractándolos, ora elogiándolos, ellos siguen imperturbables, como si nada, allí... por la Avenida de las Palmas. Su olor a
santidad los protege... - ¡Hipócritas!
Antonio Domínguez Hidalgo
Ahora, en nombre de los dioses, dime lo que hace poco me asegurabas saber tan bien: qué es lo santo y lo impío; sobre el homicidio, por ejemplo, y sobre todos los demás objetos que pueden presentarse. ¿La santidad no es siempre semejante a sí misma en toda clase de acciones?
Sócrates: Acuérdate, te lo suplico, que lo que he pedido no es que me enseñes una o dos cosas santas entre un gran número de otras que lo son igualmente; sino que me des una idea clara, y distinta de la naturaleza de la santidad, y lo que hace que todas las cosas santas sean santas; porque tú mismo me has dicho que un solo y mismo carácter hace que las cosas santas sean santas; así como un solo y mismo carácter hace que la impiedad sea siempre impiedad.
Sócrates: Haz pues el ensayo de enseñarme a tu vez, qué parte de lo justo es lo santo a fin de que indique a Melito que ya no hay materia para acusarme de impiedad; a mí que tan perfectamente he aprendido de ti lo que es la piedad y la santidad y sus contrarias.
Mas si desvanecerle o perturbarle pudo, o darle el triunfo vértigos de olímpica embriaguez; si altivo con los unos, fué ingrato con los otros, y a algunos vió con ira, y a algunos con desdén, de la flaqueza humana no había nacido exento; y al ajustarle cuentas, en cuenta hay que tener que fueron sus proezas mayores que sus faltas, que en pro de España todas las hizo; que por él en la mitad del mundo se habla hoy en castellano (y la mitad del mundo no es una media nuez); y que cuando iba en busca del mundo americano, de aquél y de su flota como Almirante y juez, señor iba de todos y no sumiso a nadie y no iba para santo, sino para virrey; y en su gestión omnímoda, entonces como ahora, lealtad pedirle, bueno: mas santidad ¿por qué?
La santidad de nuestra religión que nos manda perdonar y hacer bien á quien nos hizo mal, me consuela, porque espero que os compadecereis de mí, perdonándome unos hasta el menor daño que os he inferido, y librándome vosotros, insurgentes, de la responsabilidad horrible de haberos seducido.
Eutifrón: Me parece a mí, Sócrates, que la piedad y la santidad son esta parte de lo justo, que corresponde al culto de los dioses, y que todo lo demás consiste en los cuidados y atenciones que los hombres se deben entre sí.
Cualquier cargo, el adjetivo y el adverbio eran satisfacción impune de todas las motivaciones del desprestigio en cuanto satisfacía algún interés político o económico; algún rencor; la venganza; el represtigio de la envidia; el desahogo de la frustración; la gloria de usar la lanza y mojada en la sangre del moro muerto y escribir con ella para exhibir fortaleza, santidad, pureza y condena y repudio a Satanás y el glorioso desprecio del fariseo al publicano.