No hubo más: creció furioso el temporal, y más recio sopló el Sudoeste; las olas de Rosalía el asiento embisten, de agua
salobre la bañan; estar más tiempo no puede allí: busca abrigo de la torre entre los restos.
Ángel de Saavedra
Huele a tosca, está llena de arena, su sabor es algo salobre, pero, ¡qué rica parece!, y ya se plantan los pequeños árboles que esperaban oprimidos en las barricas en que han venido.
Si se trataba de dejarlos como Dios les crió, con todos sus encantos naturales, sabiendo a los misterios del Océano, doña Tula conservaba el aroma de la frescura, el encanto salobre con gracia y coquetería, sin menoscabo de los fueros de la limpieza; pero si le era lícito entregarse a los bordados culinarios del idealismo gastronómico, hacía de unas almejas, de unas ostras, de unos percebes o de unos calamares platos exquisitos, que parecían orgías enteras en un bocado, incentivos y voluptuosos de la pasión más lírica y ardiente...
Espectáculo espantoso ofrece Naturaleza, las olas como montañas, movibles y verdinegras, se combaten, crecen, corren para tragarse la tierra, ya los abismos descubren, ya en las nubes se revientan. Rómpense en las altas rocas alzando
salobre niebla, y la playa arriba suben, y luego a su centro ruedan.
Ángel de Saavedra
Alimentábame con las amargas raíces de la desventura y bebía en el cáliz del dolor una agua turbia y salobre que devoraba mis entrañas.
Esta maniobra, repetida cada vez que el peligro arreciaba, permitía a Rosalía achicar el agua sin que se incrementase su cantidad con nuevas adiciones, y cuando había arrojado por encima de la borda el último cubo del salobre líquido, El Pejerrey volvía a presentar el flanco al oleaje, reanudando su labor de refrenar la deriva de la ballena.
II Ahora tengo treinta años, y en mis sienes jaspea la ceniza precoz de la muerte. En mis días, como la lluvia eterna de los Polos, gotea la amargura con lágrima lenta,
salobre y fría.
Gabriela Mistral
4.º La manera de mantener bajo el agua una luz encendida. 5.º El medio de convertir en dulce el agua
salobre». Convengamos en que si Blasco de Garay hubiera alcanzado a cumplir la mitad de las maravillas que en el memorial prometía, habría hecho más que el moderno Erickson, a quien tantos prodigios se atribuyen.
Ricardo Palma
Los esclavos movían los brazos y empujaban los remos a través del agua. Al golpe del remo saltaba la espuma salobre. Al fin llegaron a una pequeña bahía, y comenzaron a sondear.
traducción de Víctor Hugo) A la orilla del mar me había dormido, henchido el pecho de febriles ansias, y la brisa del piélago
salobre vino a enjugar mis postrimeras lágrimas.
Olegario Víctor Andrade
Mas a sus pies están los hermanos que humilla el martirio irrisorio de azares tortuosos. Surca el salobre llanto su pálida mejilla y tragan las cenizas con idéntico amor; la suerte los enroda, burlesca y ramploncilla.
Tenía un gusto endiablado, que no era exactamente fétido ni exactamente salobre, y Ammi aconsejó a su amigo que excavara otro pozo en las tierras altas para utilizarlo hasta que el suelo volviera a ser bueno.