-Ven, dijo, Sócrates; quiero estar lo más cerca posible de ti para procurar tener mi parte de los sabios pensamientos que has encontrado cerca de aquí, porque tengo la certeza de que has encontrado lo que buscabas; si no, estarías todavía en el mismo sitio.
No han sido ni un régimen nuevo disconforme con las costumbres, ni el aislamiento, ni la ignorancia, ni otros hechos semejantes, los que mantuvieron y aún mantienen en parte a las repúblicas que nacieron a la vida en el primer cuarto de este siglo que concluye, en un perpetuo vaivén entre la anarquía y el despotismo y apartadas del camino del progreso; ha sido la falta de moralidad pública, ha sido el olvido del deber por el funcionario y el abandono de la función pública para dar paso a las ambiciones personales, al odio, a la venganza, a la codicia y al interés de bandería. ¡Ignorancia! ¿Eran acaso sabios los pueblos del Brasil? ¿Fue más ilustrado Chile que el Perú y Méjico, que Colombia y Venezuela?
Los diputados de las Universidades, sabios y hombres distinguidos por su mérito personal en las ciencias y en las artes, serán nombrados por el Rey entre los comprendidos en una lista: 1.º De 15 candidatos presentados por el Consejo Real; 2.º De siete candidatos presentados por cada una de las Universidades del Reino.
Pues aquí radica el que los reyes sean sabios, en que hacen cumplir en el ágora los actos de reparación a favor de la gente agraviada fácilmente, con persuasivas y complacientes palabras.
Los sabios y prudentes se imponen voluntariamente una ley tan justa, pero sería preciso hacerla observar rigurosamente a los amantes populares de que hablamos y prohibirles estas clases de contratos como se les impide en la medida de lo posible amar a las mujeres de condición doble, puesto que no tienen derecho a amarlas.
-¡Ah querido Sócrates!, respondió Agatón, no creas que me embriagarán tanto los aplausos del teatro para hacerme olvidar que para el hombre sensato el juicio de un pequeño número de sabios es mucho más de temer que el de una multitud de locos.
-Sería injusto, Agatón, amigo mío, si tuviese tan mala opinión de ti; estoy persuadido de que si te encontraras con un pequeño número de personas a las que creyeras sabias, las preferirías a la muchedumbre; pero nosotros quizá no nos contamos en ese número, porque estuvimos en el teatro y formamos parte del gentío. Pero suponiendo que te encontrases con otros que fueran sabios, ¿no temerías hacer algo que pudieran desaprobarte?
Propicio a los buenos, admirado de los sabios, grato a los dioses, objeto de los deseos de los que todavía no lo tienen, precioso tesoro de los que lo poseen, padre del lujo, de las delicias, de la voluptuosidad, de los dulces encantos, de los tiernos deseos y de las pasiones; vela por los buenos y descuida a los malos.
Aunque la apelliden necia y aunque las gentes se rían, labor tan fútil desprecia... ¿Coser usté? ¡Qué dirían los siete
sabios de Grecia! Su papá, que es un bendito, dice que es usted un pasmo de erudición...
Vital Aza
-Sin embargo, le repliqué, todo el mundo está de acuerdo en afirmar que el Amor es un dios muy grande. -Al decir todo el mundo, ¿a quién te refieres, Sócrates: a los sabios o a los ignorantes?
Cuán venturosos fueron los guerreros de aquella antigua edad, pues en rincones remotos, foscas cuevas, bosques fieros, cubiles de serpientes y leones hallaban lo que apenas en señeros palacios hallan hoy sabios varones: damas, que aún en su edad más fresca y pura merezcan firme loor por su hermosura!
-Pero Diotime, ¿quiénes son, pues, los que filosofan si no lo son los sabios ni los ignorantes? -Hasta para un niño es evidente, dijo ella, que son los que están entre los ignorantes y los sabios, y el Amor es de ese número.