Caliente estaba aún el cuerpo del animal; la blanca y densa piel de su vientre
relucía como seda manchada de sangre; sus enormes orejas pendían; sus ojos se vidriaban.
Emilia Pardo Bazán
De este modo, la vida de Mahomet florecía como su misma barba, que, cuando se olvidaba de afeitarla,
relucía negra como el azabache en torno de sus mejillas sonrosadas y pulidas.
Roberto Arlt
Aquel individuo meditabundo seguía contemplando el vestuario de la noche recién llegada y el de la exuberante metrópoli que desde la ventana del departamento
relucía.
Antonio Domínguez Hidalgo
En aquel mismo instante notó que muy cerca de él acababa de desprenderse una ligera tufarada de fétido olor, aunque no logró determinar de dónde procedía. Blake cogió la tapa de la caja y la cerró de golpe sobre la piedra que en ese momento relucía de manera inequívoca.
Aquileo, cuya armadura
relucía el como el fúlgido Sol, subió también y exhortó con horribles voces a los caballos de su padre: —¡Janto y Balio, ilustres hijos de Podarga!
Homero
Ella permanecía de pie, mirando, fascinada, aquel rostro curtido, afeitado y seco que
relucía con este barniz especial del presidio.
Emilia Pardo Bazán
La plata relucía en las tiendas de los orfebres, y la luz que llegaba oblicuamente a la catedral ponía reflejos en las aristas de las piedras grises; una bandada de pájaros revoloteaba en el cielo azul alrededor de los campaniles trilobulados; la plaza que resonaba de pregones de los vendedores olía a las flores que bordeaban su pavimento: rosas, jazmines, claveles, narcisos y nardos, alternando de manera desigual con el césped húmedo, hierba de gato y álsine para los pájaros; en medio hacía gorgoteos la fuente, y bajo amplios paraguas, entre puestos de melones en pirámides, vendedoras con la cabeza descubierta envolvían en papel ramilletes de violetas.
La generala estaba sola, sentada ante un veladorcito, bordando; inclinaba la cabeza; la luz del quinqué bañaba su pelo y el mechón
relucía como nieve.
Emilia Pardo Bazán
No llevaba guantes, y su manita, cuajada de sortijas,
relucía al manejar el abanico, un gran pericón manileño sembrado de flores extravagantes, imposibles.
Emilia Pardo Bazán
-exclamó- ¡oro, oro! Y tenía en el aire el alambique que, a los rayos del sol, relucía como un astro. Su temblorosa mano dejó escapar el alambique que se rompió con estrépito en mil pedazos, vertiéndose por tierra su precioso contenido.
Labraba Ib su campo, cuando el arado chocó contra un obstáculo resistente. Registró Ib la tierra y sacó un objeto negro en el que relucía un punto dorado, un arañazo del arado.
Alguna nieve, en el ramaje y extendida por el suelo, relucía cual bruñida plata, y al quebrarse en ella los rayos de la luna, ya lanzaban destellos diamantinos, ya formaban iris fugaces.