Decían que la pena les impedía divertirse con tales pequeñeces, y que mejor que cartas era que les enviasen una baraja para matar el tiempo.
-¿Sabe usted, señorito? Nos hemos tomado la libertad de traerle estas pequeñeces acordándonos de lo que le gustaban cuando estuvo usted en Yarmouth.
Volvió en seguida a doblarlo simétricamente; se lo metió en el bolsillo posterior izquierdo de la levita; aparentó beber un sorbo de agua, y dijo así, cambiando de actitud y de tono: -Hablemos ahora de
pequeñeces, impropias hasta cierto punto de personas de nuestra posición, pero en que hay que entrar forzosamente.
Pedro Antonio de Alarcón
¡Decidnos, célebre Arouet, cuántas veces habéis sacrificado bellezas varoniles y fuertes a nuestra falsa delicadeza, y cuántas el espíritu de galantería, tan fértil en pequeñeces, os ha proporcionado grandes!
Así me hallaba experimentando tal tormento cuando ante mis ojos, en una puerta que estaba frente a mí, aparecieron unos exquisitos refrescos y unos pequeños helados que no lograba distinguir perfectamente. La curiosidad por ver de qué sabores eran aquellas pequeñeces se apoderó de mí.
Y no ahorro ni en seda, ni en champaña, ni en flores. No combino sutiles
pequeñeces, ni quiero quitarle de la boca su pan al compañero.
Rubén Darío
Era un mozo ingenuo, con una de esas delicadezas vestidas de niñerías, de frivolidades; risueño, alborotado, travieso; era una grandeza de espíritu esmaltada de
pequeñeces, un corazón.
Tomás Carrasquilla
Temamos una desorganización, si tiene lugar la desunión: no se oiga otra voz en toda la Península, que no sea unión, confraternidad y mutua defensa. Hagámonos grandes y dominemos las pequeñeces, que ocupan los ánimos débiles sobre superioridades.
Esa acta, que la conservo en mi poder, suscrita por todos los oficiales, guardiamarinas y hasta los niños aspirantes, no se presentó, sin embargo, por efecto de esas pequeñeces de forma y de cuerpo en las que se detienen los espíritus poco versados y en vía de envilecimiento por el despotismo que con estudio ejercen ciertos hombres en la escuadra; de todos modos, el Comandante General García lo supo en el acto por referencias exactas que le hicieron, y algunos de nuestros compañeros suponen que él se valió tal vez de dos o tres jóvenes para desanimar a la mayoría o no coronar la obra de salvación de nuestra dignidad ultrajada.
¿Cómo en medio de un pueblo como éste, tan inmenso, tan lleno de acontecimientos científicos, artísticos y literarios; inundado de sectas, de razas de todos los países del mundo, de cuanto la fortuna y el capricho pueden apetecer; donde todo, hombres y objetos, pasa aquí inadvertido, porque todo es innumerable; cómo, repito, logran fijar la atención pública semejantes miserias, tan despreciables pequeñeces?
Pero sus excelencias y señorías recordaban, sin duda, que venían de la revolución por la revolución y para la revolución; que ellos y nadie más que ellos, proclamando todas las libertades y todos los derechos, habían abierto la puerta a todas las blasfemias y a todas las inmundicias filosóficas y racionalistas; que no podían, sin renegar de su origen, sin hacer traición a sus fines, mostrar sus conciencias escandalizadas ante semejantes pequeñeces; poner, en fin, sobre los derechos de la revolución, ni siquiera a la Omnipotencia Divina, y de aquí que no fueran tan explícitos como la conciencia quizá y el deber sobre todo se lo aconsejaban.
Esto, sin embargo, eran pequeñeces, que olvidé fácilmente cuando, después de limpiar el mantel, trajeron el postre; en aquel momento de la fiesta nos dimos cuenta de que el joven « hábil» había perdido el use de la palabra.