El tiempo se descompuso, en efecto; el cielo blanco se tornóplomo, y en las horas más calientes se transparentaban en el horizontelívidas orlas de cúmulos.
Liger, le dice...: "No estás viendo los caballos de Diomedes, ni el carro de Aquiles, ni los campos de la Frigia; ahora en este suelo van a terminar la guerra y tu vida." El viento se lleva estas palabras del insensato Liger; mas no replica con otras el héroe troyano; antes bien dispara un venablo en el momento en que, inclinado el cuerpo sobre los caballos, los aguija Lucago, y avanzando el pie izquierdo, se apresta a pelear; penétrale el venablo por las bajas orlas del refulgente escudo y va a atravesarle la ingle izquierda...
¿Qué ricas banderolas azote son del viento y de las aguas sombra? ¿En qué gavia descubres, del árbol alta copa, la tierra en perspectiva, del mar incultas
orlas?
Félix Lope de Vega y Carpio
¡Cuál desenvuelve Su manto aterrador y majestuoso...! ¡Gigante de los aires, te saludo...! En fiera confusión el viento agita Las
orlas de su parda vestidura... ¡Ved...!
José María Heredia
VII ¿Oís las hojas suspirar bajo la leve planta de una virgen? ¿Veis flotar entre las sombras los extremos de su diáfano schal y las
orlas de su blanca túnica?
Gustavo Adolfo Bécquer
Si escucho a los euros rugir tempestades, conozco que agitas las orlas del manto, y el soplo produces que arranca ciudades y allana los montes, Dios fuerte, Dios santo.
Los sacerdotes, cubiertos de sus capas pluviales bordadas de oro, precedidos de unos acólitos que conducían una cruz de plata y dos ciriales, y seguidos de otros que agitaban los incensarios perfumando el ambiente, atravesando por en medio de los fieles, que besaban sus manos y las orlas de sus vestiduras, llegaron al fin a la reja del coro.
¡Cuántas veces las orlas de tu manto asieron delirantes las naciones, y huiste, y encontraron con espanto de tu veo en su mano los girones, mientras nueva opresión con férreos clavos la cadena amarrábales de esclavos!
Hasta que a pocos minutos asomando luminosas del encapotado sol las resplandecientes orlas, volvió poco a poco el día, volvió a ausentarse la sombra, y el moro explicó el eclipse a la comitiva absorta.
Entre tanto Palante con vigoroso ímpetu arroja a Turno su lanza y desenvaina la refulgente espada; va aquella volando a dar en la armadura por el sitio en que cubre los hombros, y abriéndose paso por las orlas del broquel, hiere, en fin, ligeramente el enorme cuerpo de Turno; este entonces, blandiendo largo rato un asta de roble con aguda punta de hierro, la arroja contra Palante y exclama así: "¡Mira si mi dardo penetra mejor que el tuyo!" Dijo, y con vibrante empuje traspasa la punta por mitad del escudo de Palante, aunque guarnecido de tantas chapas de hierro y de bronce, aunque rodeado con tantas vueltas de piel de toro, y sin que baste tampoco a impedirlo la loriga, le taladra el ancho pecho.
Te acercas, sí; conozco las orlas de tu manto en esa ardiente nube con que ceñido estás; el resplandor conozco de tu semblante santo cuando al cruzar el éter relampagueando vas.
El tiempo se descompuso, en efecto; el cielo blanco se tornó plomo, y en las horas más calientes se transparentaban en el horizonte lívidas
orlas de cúmulos.
Horacio Quiroga