La ventana daba paso a un torrente de rayos de sol que iluminaban alegremente la estancia, y a dos golondrinas que habíase posesionado de un viejo nidal situado en una de las vigas del techo, y las cuales, al acariciarse al borde del nido, habían hecho a Joseíto pensar más de una vez en la querida compañera.
Mucho trabajo me costó sacar la historia que la provocaba. Don Francisco persiguiendo el esclarecimiento del misterio de los huevos, había descubierto el nidal.
Odios viles fermentan en sus malvados pechos. Odios viles nos combaten. Estamos, no en el cubil del tigre, sino en el
nidal del crótalo. Luchar con tigres sería hermoso.
Práxedis G. Guerrero
Cada vez que faltaba el consabido manjar, un grito al lado de la palizada advertía a doña Rita que debía pagar su tributo de amistad y media hora después llegaban los huevos calientes, como recién salidos del nidal.
Es por eso que la crítica, la mayoría perezosa de leer lo que no les deje ganancias de círculos, atizadora de negocios particulares llamados “booms y mafias”, improvisada, negativa y vengativa, se hace la miope, si es que no lo es ya, y evita propagar comentarios en torno a algunos ensayos que dilucidan fomentadas confusiones y ponen a cada cual en su nidal.
Pertrechado tras del cerco que separaba el huerto de la casa vecina, reteniendo casi el aliento, había descubierto que doña Rita buscaba los huevos entre el pasto, los elegía cuidadosamente y colocaba los dos más grandes y hermosos en su seno, metiéndolos bajo su camisa según lo aseguraba el espía ensañado en la víctima. De esta manera con tan piadoso ingenio, la buena mujer suplía el calor del nidal y contentaba al viejo cura.
No quiso. Ni el nieto torció su negativa -Cada pájaro en su nidal -replicaba el octogenario. Y en su nidal seguía, no obstante la parálisis que le agarrotaba las manos y los pies, dejándole apenas movimiento.
El mozo hizo lo que le fue mandado; pero la gallina, desechando el nidal acostumbrado, púsose allí delante los pies de su señor y echó un parto que no era huevo, pero era un pollo hecho con sus plumas, pies y ojos y voz perfecta, lo cual fue tenido por un anuncio de lo porvenir, y luego comenzó a andar tras de su madre.
Eran quizás susurros de follaje estremecido por los dedos de sombra de la noche; revueltos de aves acomodándose en el
nidal, para dormir erizando sus plumas; quejas flébiles del agua, que en las horas nocturnas solloza libremente, sin tener que reprimirse ante la alegre y burlona mirada del sol; resonancias del mar en la no lejana playa, propagadas en el aire tranquilo, con fúnebre solemnidad de hondo canto gregoriano, y, transmitidas de eco en eco, estrofas de cantares pastoriles, allá en el monte, donde se recogían al establo los lentos bueyes y las vacas de temblantes ubres.
Emilia Pardo Bazán
Más ajenos aún de la acechanza vivían los jilgueros padres. Manolo solo en ausencia de ellos visitaba el nidal. A los amaneceres, cuando iba la pareja en busca de arroyos mitigadores de su sed o, al caer el sol, cuando revoloteaba por el lejano peñascal para despedirse del astro, ascendía el rapaz a las ramas y, separando el cortinón de hojas, clavaba sus ojos ladrones en los pollos.
El 23 de noviembre de 1985, el vuelo 648 de Egyptair, un Boeing 737 fue secuestrado y desviado hacia Luqa, Malta por tres hombres del grupo Abu Nidal.
En junio de 1982 junto al recrudecimiento de los incidentes armados en la frontera o dentro de Israel, se produce un atentado del grupo palestino de Abu Nidal contra el embajador israelí en Londres.