Raro es el colono montañés que al poco tiempo de establecido no posea, como producto de sus aparcerías, una pareja apta para las labores del campo, algún novillo uncidero, es decir, capaz de ser uncido, o cualquiera otra res vacuna; pero en absoluta propiedad y sin que el arrendador de sus haciendas tenga que intervenir en su venta, cambio o emparejamiento; casos en los cuales el colono, por lo que le va en ello, pone los cinco sentidos y emplea la mayor solemnidad posible.
El abrigo de cuero del señor colgaba de una percha a su espalda, y el sable y las pistolas estaban a su alcance; porque conservaba la vieja costumbre de tener las armas preparadas y un caballo ensillado día y noche, como solía hacer cuando aún podía montar a caballo y salir en persecución de cualquier montañés de que tuviera noticia.
Pues un montañés no necesita saber más que esto para lanzarse a esa tierra feliz; la vida que en la empresa arriesga le parece poco, y otras ciento jugara impávido, si otras ciento tuviera.
A un cuarto de hora del pueblo detuvo otra vez el ímpetu de su jaco, se apeó y llamó en un ventorrillo: -¡Ah de casa... ¡montañés!
on Silvestre Seturas tenía cuarenta años de edad, plus minusve, y era todo lo alto, robusto, curtido y cerrado de barba que puede ser un mayorazgo montañés que no ha salido nunca de su aldea natal más allá de un radio de tres leguas, cabalgando en el clásico cuartago, al consabido trote cochinero, como dicen por acá, o al paso de la madre, expresándonos según los cultos castellanos...
Se hizo su jefe el
montañés intrépido, el campo de batalla fue su altar y el órgano divino, el ruido horrísono del cañón enemigo al estallar.
Amelia Denis de Icaza
Para que el lector no extrañe algunas frases escogidas del tío Carmelo en el fragmento de diálogo que voy a trasladar, he de advertir que el pueblo de Arfe (realísimo, existente en el mapa, si bien con otro nombre) posee un colegio de segunda enseñanza, fundado por un rico arfeño, donde se da instrucción gratuita y muy completa a los naturales del pueblecillo
montañés, y que el sepulturero, en sus primeros años, se había sentado en los bancos de aquel instituto.
Emilia Pardo Bazán
Seturas pleiteaba con la desdeñosa tenacidad de todo buen montañés para quien nada supone el bollo cuando se trata del coscorrón: lo propio hizo su padre, muerto gloriosamente de un sofocón a la puerta de la Audiencia, por llegar a tiempo a presenciar la quincuagésima-octava vista del proceso.
No hay trabajo que le arredre, ni contrariedad que apague su fe: la fortuna está sonriéndole detrás de sus desdichas, y la ve tan clara y tan palpable entonces como la vio de niño, cuando, soñando sus ricos dones, se columpiaba en las altas ramas del nogal que asombraba su paterna choza. De lo cual se deduce que la honradez, la constancia y la laboriosidad de un montañés son tan grandes como su ambición.
Era el otro un mancebo, natural de Santander, en España, moreno de color y agraciado de figura, a quien los vecinos de esta noble ciudad de los Reyes conocían por Juanito el
Montañés.
Ricardo Palma
Ambrosio el Inglés y Juanito el
Montañés durmieron bajo el mismo techo, partieron de un pan y comieron en un plato, sin que hubiese entre ellos ni mío ni tuyo.
Ricardo Palma
Y la infeliz cabeza precisamente su madre en las manos, clavada en el extremo del tirso, como de un león montañés, la lleva a través del Citerón, después de dejar a sus hermanas en los coros de Ménades.