Además se puede degustar de platos propios de la zona Mojicones Melcochas Empanadas de Carne Fritada Papas con Menudo Más de treinta platos en base al maíz
En la acera derecha de la calle Alcalá se encontraba la famosa chocolatería Doña Mariquita donde se servían el «chocolate con mojicones», este local era lugar de reposo entre los cafés de la calle Alcalá (Fornos y Suizo).
En Madrid, una de las primeras chocolaterías fue Doña Mariquita, situada en la calle de Alcalá (conocida también como El sotanillo), lugar donde eran famosos los «chocolates con mojicones».
Una vez que los ojos de Pelegrín se fijaron en el relumbrar de una peseta, semioculta en el rincón de la acera, un golfo vio la dirección de la mirada, recogió la peseta en menos de lo que se dice, y luego, volviéndose hacia el primer descubridor del tesoro, le hartó de
mojicones...
Emilia Pardo Bazán
Otros muchos aguadores que allí venían, como vieron a su compañero tan malparado, arremetieron a Lope, y tuviéronle asido fuertemente, gritando: -¡Justicia, justicia; que este aguador ha muerto a un hombre! Y, a vuelta destas razones y gritos, le molían a
mojicones y a palos.
Miguel de Cervantes Saavedra
Fincaba el tal su vanidad en ser el hombre más terne que desde los tiempos del Cid produjeran las Españas, y raro era el día en que por si fueron tejas o tejos no anduviese al morro con el prójimo y repartiendo trancazos y
mojicones.
Ricardo Palma
Este minero era, en realidad, persona de muy malos sentimientos. Cuando los trabajadores le pedían la paga, la hacía en palo y mojicones.
El señor Arquellada y Sacrestán argüyó cuanto pudo para hacer práctico su deber de visitar el oratorio ó capilla; pero viendo que el marqués principiaba á amostazarse, receló que éste, autorizado como aseguraba estarlo por Su Santidad, lo acometiese á
mojicones y no le dejase hueso sano y que bien lo quisiera.
Ricardo Palma
Y la emprende a mojicones con todos y en breve se queda solo con el del poder, quien no tiene más remedio que valerse de él para todas sus necesidades.
La loica agitó las alas y se perdió como una flecha en el horizonte. Petaca se alzó de un brinco, y precipitándose sobre el rubillo lo molió a golpes y
mojicones.
Baldomero Lillo
Cañuela cesó de sollozar, súbitamente, y enjugándose los ojos con el revés de la mano, miró a Petaca, embobado, con la boca abierta. ¡Cuán merecidos eran los
mojicones!
Baldomero Lillo
Era que el Sustantivo Sentido estaba dando de mojicones al Adjetivo Común, y le decía: «Perro, follón y sucio vocablo; por ti me traen asendereado, y me ponen como salvaguardia de toda clase de destinos.