uince días después del entierro de doña Teresa Carrillo de Albornoz, a eso de las once de una espléndida mañana del mes de las flores, víspera o antevíspera de San Isidro, nuestro amigo el Capitán Veneno se paseaba muy de prisa por la sala principal de la casa mortuoria, apoyado en dos hermosas y desiguales muletas de ébano y plata, regalo del Marqués de los Tomillares; y, aunque el
mimado convaleciente estaba allí solo, y no había nadie ni en el gabinete ni en la alcoba, hablaba de vez en cuando a media voz, con la rabia y el desabrimiento de costumbre.
Pedro Antonio de Alarcón
Juan de Dios Barco, uno de los huéspedes, el más
mimado de las señoras por su acendrado cristianismo, as en el Apostolado de la Oración y malilla en los asuntos de San Vicente, regalóle al muchacho algo de su ropa en muy buen estado y un par de botines que le vinieron holgadillos y un tanto sacados y movedizos de jarrete.
Tomás Carrasquilla
Hubo de oírlo el oidor, que no era sordo, y salió a la plaza en auxilio de su
mimado calesero, a tiempo que el de San Donás llegaba a ver cómo el verdugo cumplía con sus órdenes.
Ricardo Palma
y, sin embargo, ese esperpento, en vez de quedarse arrinconado en el desván, se ha visto diputado, casi personaje, y aún hoy, retirado de la vida activa, recibe corte; vienen todas las noches seis u ocho personas de las más conocidas y respetadas aquí a hacerle tertulia, se encuentra
mimado, y halagado, y hasta obedecido, y yo no sirvo sino para que se me rían en mi cara cuando me atrevo a decir algo de política.
Emilia Pardo Bazán
Yo tenía ya espontáneamente una imaginación romántica y soñadora, y se me acentuaba cada día más con aquellas historias contadas en la oscuridad, por lo que dudo de que aquella práctica me haya resultado beneficiosa; pero el verme mimado por todos, como un juguete, en el dormitorio, y el darme cuenta de la importancia y el atractivo que tenía entre los otros niños (a pesar de ser yo el más pequeño) me estimulaba mucho.
Pillín pateaba como un gatito panza arriba sobre la alfombra del salón, mostrando sus rosadas desnudeces, lanzando aullidos a falta de palabras, diciendo, sin duda, en el misterioso lenguaje de la lactancia, que su mamá era una loca; y ella, ajando sus vestidos lujosos, que se llevaban la mitad de la paga del fiscal, moviendo grotescamente su linda cabecita despeinada, andaba a gatas en torno del bebé, hacía el perro para asustarle, y si sus gracias arrancaban una risita al mimado príncipe de Asturias...
¡Ah glorias de la risa de Finamora sobre sus dientes alegres en que tecleaba la infantilidad golosa de un cachorro silvestre! ¡Ah brincos elásticos en que se azogaban muecas de tití
mimado, prolongando ondulaciones, que eran casi una cola!
Leopoldo Lugones
Y esto lo dice el periodista porque presume, o sabe, o quiere hacer creer que concurrieron a los salones espléndidos de la encantadora marquesa del Rábano o de la Colifor, la seductora baronesa de la Ortiga, la adorable condesa del Pámpano, las hechiceras señoritas de Azafrán, la interesante viuda de Mogol, el opulento banquero Potosí, el ilustre diplomático vizconde del Tornasol, el mimado poeta Aljófar, el lisonjero folletinista que lo cuenta, Jarabe, y el artista sublime más en boga en el regio coliseo, si de Madrid se trata.
Su temperamento, mimado y desatado, era porfiado y autoritario, y no dudaba en golpear a los sirvientes con sus propios puños, ni en dirigirse a ellos con un lenguaje que habría dejado atónito a cualquiera que no estuviese acostumbrado a la autocrática conducta de la poderosa nobleza rusa.
El Prior volvió a arrodillarse sin hacerle caso. - ¡Vengo en nombre del Rey! -gritó el soberbio y
mimado flamenco. - ¿Qué más queréis, hermano mío?
Pedro Antonio de Alarcón
Y el marido, adormilado y deseoso de paz: -Pues, mujer, ¡a la calle con ella! A la mañana siguiente, Lorenza desmintió las censuras del ama: nunca fue mejor cuidado, más
mimado de su chacha el pequeñín.
Emilia Pardo Bazán
Esta substancia pues, que nosotros los profanos llamamos jugo exquisito, sabor delicado, es la misma que con delicias paladeamos cuando cae por fortuna en nuestros dientes un pedazo de tierno y gordiflaco matambre: digo gordiflaco porque considero esencial este requisito para que sea más apetitoso; y no estará de más referir una anecdotilla, cuyo recuerdo saboreo yo con tanto gusto como una tajada de matambre que chorree. Era yo niño
mimado, y una hermosa mañana de primavera, llevóme mi madre acompañada de varias amigas suyas, a un paseo de campo.
Esteban Echeverría