Pero de cien piques limpios hay uno que aporta una infección, y cuidado entonces con ella. Subercasaux no lograba reducir una que tenía en un dedo, en el insignificante
meñique del pie derecho.
Horacio Quiroga
¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre, con la inflexión social de tu meñique, con tu buey que se queda, con tu física, también con tu palabra atada a un palo y tu cielo arrendado y con la arcilla inserta en tu cansancio y la que estaba en tu uña, caminando!
La discusión, cuando no es bizantina, abre caminos de sabiduría. Por más que quiera el meñique nunca será pulgar, pero sí, un hábil cooperador de la acción manual.
Al cabo de varios días encargó a Jeannette que cortara la punta del dedo meñique de su hermano y que se lo llevara, para ver si estaba ya lo suficientemente gordo para ser comido.
Muchos del grupo le imitaron; otros presentaron los cuernos, a la napolitana, con índice y
meñique; y dos o tres muchachos jóvenes, afectando sonreír, pero fríos de emoción, murmuraron bajo: «¡Lagarto!», repetidas veces.
Emilia Pardo Bazán
-Pues tendrá lo que quiere tu mujer-respondió el camarón.-Al sentarte esta noche a la mesa, dale tres golpes con el dedo
meñique, y di a cada golpe: «¡Sopa, aparece: aparece, tocino!»Y verás que aparecen.
José Martí
El ser el más pequeño de complexión muy delicada, sin que jamás pronunciase palabra, daba pábulo a su tristeza, pues creían que era tontería lo que significaba bondad. Era muy pequeñito, y cuando nació era tan diminuto como el dedo meñique, lo que hizo que Meñiquín se le llamara.
Pos digo yo ahora: hay que tener en cuenta que el verano ha sío fatal; hoy que la ventisca, mañana que el aguacero, el pasto se ha reblandecío, y pue ecirse que el ganao no se ha visto limpio de despeño. De salú, bastante bien: sólo han fenecío una vaca de tío Pedro Meñique y una novilla de la viuda del Cevil .
Del francés, de Laboulaye) Cuento de magia, donde se relata la historia del sabichoso
Meñique, y se ve que el saber vale más que la fuerza.
José Martí
Las ollas de barro y las mujeres que también son de barro, se toman sin lugar a devolución, y el que se lleva chasco ¡contracórcholis! se mama el dedo
meñique, y ni chista ni mista y se aguanta el clavo, sin molestar con gritos y lamentaciones al vecindario.
Ricardo Palma
Pedro Meñique y la viuda del Cevil reconocieron, contristados, las astas de las reses que respectivamente les habían pertenecido, y de cuya muerte ya tenían noticias, aunque vagas, antes de la llegada de la cabaña.
Pedro era gordo y grande, de cara colorada, y de pocas entendederas; Pablo era canijo y paliducho, lleno de envidias y de celos; Juancito era lindo como una mujer, y más ligero que un resorte, pero tan chiquitín que se podía esconder en una bota de su padre. Nadie le decía Juan, sino
Meñique.
José Martí