La asamblea lo considerará culpable y Esteban será lapidado a las afueras de Jerusalén mientras, según la tradición, oraba por sus verdugos, diciendo: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado".
Como su maestro, tuvo probablemente una gran actividad política: el mismo Laercio afirma que Zenón apoyaba el derrocamiento del tirano eleata que gobernaba, bajo peligro de muerte: Laercio no concreta la identidad del tirano, pues indica que podría tratarse tanto de Nearco como de Diomedón, dando además dos finales posibles a la historia: en uno el tirano es finalmente lapidado por el pueblo que se rebela y en otro es Zenón quien resulta ejecutado.
Diecinueve de los acusados —catorce mujeres y cinco hombres— fueron ahorcados. Un hombre, Giles Corey, se negó a emitir declaración y murió lapidado en un intento de obligarlo.
Aquiles acude al encuentro de Ifigenia y Clitemnestra y les explica que él mismo ha estado a punto de ser lapidado por el resto del ejército por oponerse al sacrificio, pero que aún se muestra dispuesto a impedirlo.
La fantasiosa historia del hallazgo de sus restos describía que, una vez san Esteban murió en manos de los judíos, lapidado por blasfemo con la aprobación del joven Saulo de Tarso, futuro san Pablo, su cuerpo no fue enterrado y quedó expuesto a la depredación de los animales.
En el libro sagrado de referencia de la religión judía y a su vez antíguo testamento de la Biblia cristiana se ordena la lapidación en numerosos casos: Por tocar el monte Sinaí mientras Dios hacía entrega de los Diez Mandamientos a Moisés, Un buey que cornea a un hombre debe ser lapidado.
Una leyenda eclesiástica posterior señala que el misionero y obispo inglés Eskil intentó persuadir a los paganos se convirtieran a la fe cristiana, pero fue lapidado, convirtiéndose en el primer mártir en Suecia y en uno de los primeros santos.
En la tabla de la izquierda, el donante está en oración, protegido por su santo patrón, San Esteban, con las vestimentas de diácono. Encima del libro, san Esteban lleva una piedra puntiaguda que indica que fue lapidado.
Su nieto, Petronio Máximo, fue otro emperador de trágico final, tras gobernar Roma durante 77 días, murió lapidado el 24 de mayo de 455.
Al intentar atacar la ciudad de Hai, sus tropas sufrieron una derrota a causa del pecado de Acán, quien se había apropiado de objetos preciosos que Yahvé había decidido que fueran destruidos. Acán fue lapidado, y Josué logró finalmente conquistar Hai, mediante una hábil estrategia.
Combatientes armados leyeron la condena, que afirmaba que el hombre era gay y que debía ser lanzado desde el punto más alto de la ciudad. El tribunal también decidió que debería ser lapidado hasta la muerte.
Una muchedumbre se abalanza contra Fersen, que muere lapidado y pisoteado, en presencia de todas las tropas que se abstienen de intervenir.