Mas acercó a verlo Lameplatos, que se hallaba en el blando césped de la ribera; y, profiriendo horribles chillidos corrió a participarlo a los ratones.
El irreprensible Reposaenelcieno mató a Pastinascívoro y Gozaenelagua dio muerte al rey Roejamones, hiriéndole con un canto en la parte superior de la cabeza: el cerebro le fluía al ratón por la nariz y la tierra se manchaba de sangre. Lameplatos mató al irreprensible Reposaenelcieno, acometiéndole con la lanza; y a éste la obscuridad le veló los ojos.
No fueron en cocinas mis hazañas, sino en galeras, naves y campañas; no con Garraf, tu paje: con gatos moros, las mejores lanzas; que yo maté en Granada a Tragapanzas, gatazo abencerraje, y cuerpo a cuerpo en Córdoba a Murcifo, gato que fue del regidor Rengifo, y de dos uñaradas deshice a Golosillo las quijadas, por gusto de una miza, mi respeto, y le quité una oreja a Boquifleto, gato de un albañil de Salobreña; la cola en Fuentidueña quité de un estirón a
Lameplatos, mesonero de gatos, sin otras cuchilladas que he tenido, y la que di a Garrido, que del Corral de los Naranjos era, por la espada primera, único gaticida.
Lope de Vega
-¿No deseas conocer una joven de ojos de luna y rostro de diamante? -No. -Por Alá -gimió el
lameplatos-. ¿No quieres nada, entonces?
Roberto Arlt